domingo, 30 de mayo de 2010

Bob VIII: La cornisa, el guía y el espejo.

Era el momento de saltar al otro lado.
De un filo a otro distaba escaso metro y medio, pero suponía demasiado. En medio, un inmenso abismo oculto entre nieblas. “Una gran caída” pensó.
Bob acabó en ese filo, en ese fin del mundo en que había estado viviendo. Ahora quería coger carrerilla y saltar, dejarlo atrás.

Dicen que antes de dar un gran salto uno tiene que estar convencido. Muy seguro de lo que va a hacer, del salto, pues volver atrás no lo permite el reloj, y sería un engaño. Algo bien distinto sería no saltar, pero sí seguir en ese borde y buscar otro al que saltar, diferente al que tiene ahora enfrente, ahí mismo.
Pero Bob no se sentía tan seguro como parece que hay que estar en esas historias que todo el mundo cuenta. A veces hay que saltar aunque no se esté seguro del todo, porque ¿quién sabe si esa cornisa fina de tierra mañana se resquebraja y se cae, quedando más lejos que ahora?

Cuando llegó a la encrucijada no se acordó del tiempo y la tierra tras sus espaldas. Fue entonces cuando apareció un guía en aquella nueva cornisa. Un guardián del umbral de las nuevas extensiones. Hizo éste un movimiento circular con la mano al ver que Bob estaba a punto de saltar, y apareció un espejo. Tal aparición coincidió con un rayo de luz que lo deslumbró, y al incorporarse, Bob vio sin proponérselo aquella tierra que había pisado, y recordó aquellos tiempos en que aún estaba en el camino que la recorre. El guía le advirtió:
- Has de saber que toda acción repentina deja una idea que se evapora con el viento. Estoy convencido de que quieres saltar, y te acompañaré en este nuevo camino en que quieres adentrarte. Sólo te pido que esperes a que el puente esté terminado, y que esta cornisa se afiance. Así, tu intento de entrar no será en vano. Más he de advertirte: al entrar en estas tierras, por tu propia voluntad, tu eres aquí el invitado. No eres el dueño de estas lindes. El espejo te será de ayuda. Tú decides entrar, pero no eres el que debe mandar. Atente a las consecuencias que tus actos traerán.

Bob hizo caso al guía. Soltó el fardo, retrocedió unos pasos, se acomodó y se percató de que el guía no estaba en la cornisa de enfrente. No obstante, el espejo seguía allí. Dirigió su mirada al infinito mientras que el puente seguía construyéndose. No sabía si la construcción iba a ser rápida o lenta.
"Es hora de reflexionar…" se dijo internamente.

1 comentarios:

aiRin dijo...

interesting...well done, my partner.

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