viernes, 2 de julio de 2010

Cartel estival

Al salir del cine miré aquel cartel publicitario en la pared exterior del centro comercial. No fue un dejà vu, sino una sensación al recordar un recuerdo de otra sensación.


Miré aquel cartel y a mi mente vinieron aquellos veranos en que, de noche, paseaba a lo largo de paseos marítimos. Se respiraba una brisa fresca, salada, llena de alegría y juventud, jovial y de despreocupada alma. Lo recuerdo porque yo no me sentía así. Envidiaba ese sentimiento. Lo sentía, lo perseguía casi angustiado, pero pasaba a la autocompasión. "¿Dónde estarás?..." Esa pregunta me la hacía nostálgico, romántico, con la farolas blancas, el frescor del césped, el rugir intermitente de una orilla que no se ve, y una arena fría, suave y extraña pero a la vez placentera, que se cala entre mis dedos, mientras paseo buscando la orilla, en silencio, como te buscaba a ti, fueras quien fueses -fueron muchos veranos-, en mis sueños.

Miré ese cartel, y vino esa sensación de verano precioso; precioso a mis ojos, porque no lo vivía, no lo había vivido, y no lo he vivido… aún. Quizá la confirmación de que estás cerca esta vez, de que me miras cuando te miro, de que piensas en mí cuando yo te pienso (ojalá...), sea la panacea a un verano que se presenta nostálgico y solitario, como los otros, pero esta vez sin orilla, ni luna sonora de las babas de mar, ni del amor fresco de un nuevo solsticio.
Quisiera que por una vez tu mano roce la mía, y que esa descarga eléctrica me enviara un mensaje a través de mis venas: “tranquilo, no estás solo, estoy contigo”. Sentirte cerca aunque estés lejos, pues peor es sentirte a kilómetros cuando estás a dos aceras. Esta vez no, esta vez estás enfrente; te paras, te giras y me miras, y te imito en sincronía perfecta. Aún no ha habido esa explosión atómica al rozarme, donde cada célula de mi mano proyecta una onda que se extiende por mi ser, diciéndome que no estoy roto, que esa conexión me une a una parte de ti, de que ese es el bastón que ahora me hace falta, y que también te sostiene.
Suena profundo, mas da igual asustarse. Es una forma rebuscada y ligera de decirte que hoy día, la sola idea de pasearte por mi mente, hace que la cuna de la luna creciente, la ola de la orilla, la curvatura de tu cuerpo a imagen de tu sonrisa, alegre mi alma.

Miré ese cartel, y lo peor, tenía música, que sonaba en el coche. Ese verano, que se repite en múltiples variantes cada ciclo solar, esta vez dejo que el disco sonara, que el rayón se gastara, y cambiase de canción...

2 comentarios:

aiRin dijo...

Me gusta, siento pureza (tal como lo etiketas) al leerlo. Es precioso. Has descrito perfectamente lo que se siente, lo que tú sientes. Pero déjame que te diga algo:
'Si tú sólo disfrutas, entonces conseguirás hacer disfrutar. Si ambos disfrutan solos, ambos disfrutaran juntos'

Cuando observes un paisaje y estés solo, no extrañes a 'alguien', cuando imagines tu verano no ansíes romper tu soledad. te equivocas entonces. No estamos solos. te tienes a ti mismo. Vuelve a leer la frase entre comillas y entenderás.
Un abrazo fuerte cargado de electricidad.

Kalle Eremit dijo...

¡Qué recuerdos he intentado imprimir en este textos! Y sí, también del ahora.

Muchas gracias, y te doy un abrazo fortísimo y largo. Recordaré ésto que me has dicho : ) Y si un día se me olvida, dame un tortazo de realidad. Un beso.

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