viernes, 27 de agosto de 2010

Mm-Miedo

Me mantengo a base de cafeína. Mucha cafeína. Como en los sueños, todo parece más largo y sin embargo es poco tiempo. Cada vez más cortos, cada vez durmiendo menos. Por eso, la cafeína me mantiene despierto.

Antes durmiendo 6 horas me sentía viejo. No llevaba las riendas de mi vida, me dejé llevar por la inercia. Ahora estoy durmiendo apenas 5 horas y es poco, lo sé, pero estoy más contento, más feliz. Soy más feliz. La regla de tres no la sigo y no por ende seguiré a este ritmo. Al menos no mucho tiempo.

Es tarde y he visto tu foto. Y muchas otras que tenías antes puesta. Recuerdo perfectamente aquella foto que hice mía, pues era nuestro momento. Lo miro ahora y sonrío. Sonrío porque me haces vacío. Me provocaste un vacío y me impulsaste al vacío. Por nosotros hablaba el mismísimo Sócrates. Todo tenía coherencia, tenía un ritmo, la película no decaía y todo iba en orden, un paso después de otro. Me gusta esa idea, esa a la que todos llaman estar enamorado, o en nuestro caso “fell in love”, caer enamorado. Caímos, y yo más rápido y más bajo que tú. Nos tiramos un poco al vacío, muy wertheriano como bien decías. No me río de la idea, me parece más que romántica. Suicida. Mientras que caíamos cerrábamos los ojos e “inmerse your soul in love1. Caíamos y tú miraste abajo. Ambos nos cogimos de la mano y saltamos hacia atrás. El vacío como nube que flota pero que se siente como una caída libre placentera y arriesgada a la vez… pero tú te volviste.
Te volviste y miraste abajo. Te acojonaste y no te dio tiempo suficiente a sumergirte. Así pues, viste como las raíces de ese árbol aún afloran en ese acantilado. Te asistes a una y paraste. Yo te vi, pero no veía ese árbol. Es tuyo, no mío, y yo me lancé contigo pero tú… ¿recuerdas esa típica broma de piscina donde los amigos corren a saltar y los demás hacen un amago pero no saltan, y entonces el inocente es el que se moja? Lo mismo, sólo que tu tenías una rama consistente, cercana, oscura, de un árbol que está podrido. Yo lo veo podrido pero no veo sus raíces. Tú ves las raíces pero te quedas en las cuevas formadas entre éstas, en las cuevas de tu refugio emocional, atrapada bajo brazos corruptos que alimentas poco a poco, pues tu tierra es fértil, joven y activa. ¿El cielo? No lo ves, estás atrapada.

Mientras que caía no vi nada. Llegué y me rompí una pierna, parte del brazo izquierdo –con el que te abracé– y se estrió la aorta. Sin atención médica, en ese pozo, tan a oscuras y viéndote, congelada en mi mente, abrazando con todas tus fuerzas esa maldita raíz que se replegó y te metió en la cueva donde aún sigues. 
Pasaron un par de meses. Ya no estabas ahí, ni la rama. Solo esa pared abrupta vertical, oscura como el carbón, sobre un cielo tirando a negro algo neblinoso. La luz no es algo que allí se conociera.
Empecé a andar, y a alejarme de esa pared. A los dos metros divisé un agujero negro cerca de la cornisa. Seguí caminando. Unos hilos blanquecinos, sucios, se veían como retorcidos, tiesos y firmes. Tú los veías vivos; yo los veía… terroríficos.
Fue entonces cuando, a cada paso que daba alejándome de esa pared, me daba cuenta de que no era un simple círculo negro surrealista pintado bajo la cornisa. Era una cueva, donde un brazo del árbol hechicero que tú misma vitalizabas te acogía en su seno. Cuando vi ese paisaje, dejó de moverse. La película había finalmente terminado.

Intenté hablarte. Oíste, pero dudaste. Yo sólo quería sacarte de ese agujero. No sé qué entendiste, pero a mis ojos evitas volver arriba, a tu camino de vuelta, o a bajar buscando otro sendero. No el mío, otro. No sé qué entendiste, pero en absoluto buscaba tus dedos. Sólo quería que terminaras con tu miedo. Ese miedo que se ha hecho tan amigo de ti como del mundo de tu corazón, y no es el verdadero.

Veo las fotos una vez más, antes de cerrar este texto. La vida sigue, la tuya… corriendo. Sigues como si ese sueño no hubiera pasado. Y es que, en realidad, no lo ha hecho. Ha sido real. ¡Despierta, ya has vuelto! ¡Tú desorden no es más miedo a deshacerlo!

Es muy curioso cómo funciona tu cerebro. Tu emoción, tu pensamiento. Pasa un tiempo (que en concepto emocional es sólo un momento). Veo que tú sigues la vida, con el vídeo puesto. Es muy curioso en serio, muy curioso. Porque estoy viendo como el VHS sigue reproduciendo, cómo esa tele traduce el filamento, y cómo, interesantemente yo ya no soy parte de ese hilo negro. 
De repente veo que estoy despierto, que cumplí todo ese macabro sueño. Que me tiré al vacío, y que tú entraste en ese agujero. Sabes que es un sueño. Un sueño que ambos quisimos vivir, y tú no creías que podía ser cierto.

Vuelta a la realidad. 
Como todos los sueños, casi no recuerdas ni el final ni el comienzo.
Tú, que te quedaste en el sueño;
yo desperté, atónito y muriendo.
Marzo, abril, más 2 meses, mi silencio.
Julio y agosto; vivo cerca, pero estoy muy lejos.

No porque no quiera,
tú me apartaste bien lejos.
Te ofrecí la pipa de la paz,
tu fumar no, prefieres vodka negro.
No buscas la puerta, sigues ahí dentro,
hurgando entre tu pasado2,
dibujo del recuerdo…

No sales de tu cuento,
y ahora te entiendo.
Créeme, solo te tiendo la mano,
para poder ser un artesano,
de esa escalera de madera y soga,
y cortar esa raíz que te ahoga.
Más que agarrarte de la mano,
y continuar la caída, ahora
hacia el infierno, te ofrezco, no miento,
ayuda para volver, hacia el claro llano.

Miro la foto, y sonrío. Podría sonarte sarcástico esto, y en realidad siento que amo la vida (es una hija de la gran puta, pero a pesar de ser tan perra y tan cabrona, la sigo amando –como diría Reverte-). Me río en silencio, pues son las 4.17, viéndote como mi recuerdo, sin más remedio; en el pasado te estoy alojando, no porque quiera, sino porque aún no has vuelto de tu realidad, ese maldito sueño.

Ojalá algún día pueda decirte frente a frente, sosteniéndote la mirada sin miedo ni vergüenza, que estás en el fondo perdida. Nada pretendo con eso, salvo evitar que sigas mezclada en ese lamento tuyo, que ya tras años, está petrificado. ¿No crees? Llámame, te cogeré el teléfono.



1 Frase final de “Street Spirit (Fade Out)” de Radiohead. Letra de Thom Yorke. 
2 Vodka negro es porque sigues buceando en tu estanque oscuro. Hurgas en tu pasado no por diversión, sino porque aún no le encuentras explicación a algo que no se la tienes que dar. Yo no le dí explicación a esto. Vino sola sin yo buscarla. Te "agradezco" que me evites, y que me mantengas bien lejos. Sigue evitando a este axioma que te puso ese "STOP" ahí en medio.

viernes, 20 de agosto de 2010

Hell's Pudding

A mi amigo "Tom",
cuyo nombre real no tiene ninguna de esas letras,
pero cuyo corazón las tiene todas, y repetidas...


Apuré de un sorbo paciente el final de mi copa, como si con ese último trago se fueran por el retrete todos mis problemas. Tiras de la cadena (alzas la copa), abres la boca y dejas que ese charco se pierda por tu garganta...

Era jueves, un jueves como cualquier otro. La noche acoge a parejas románticas paseando por la calle, los chulos con sus descapotables, y al fondo un poco del ajetreo se deja colar entre las cortinas que unos fornidos porteros sujetan para que no se vea el show ardientemente privado en el local.

-Nick, apúntamelo en la cuenta, ¿quieres?
-Por supuesto, señor Road.

Abandono el pub con mi chaqueta y sombrero puestos. Saco un pitillo del paquete arrugado, seguramente estrujado por la maldita novata del guardarropas… al menos es guapa. Comienzo a andar cruzando la plaza, rezando por no encontrarme esta noche con nadie. Esta noche no, por Dios, estoy hecho una mierda. Paso por una cafetería nueva, donde ponen unos helados de infarto. Tienen una especialidad que le llaman el “Hell’s Pudding”, y está de muerte. Te flamean un plátano partido en dos mitades (a lo largo, no en secciones). La parte plana hacia abajo. Encima colocan un bizcocho de crema y café. Le rodean dos bolas de vainilla y caramelo, y en la cúspide del bizcocho –cuadrado, por cierto- una bola de mascarpone, nata y un barquillo de galleta. Todo rociado con cacao amargo en polvo. ¿El toque del chef? Lo rocían con coñac frío. Es la mezcla más explosiva y buena que he comido nunca. 
Cuando terminé esa obra de arte, retomé mi camino de vuelta a casa.

-¡Tom! – Se oyó a lo lejos. Las formas en la oscuridad adivinaban una grata sorpresa. Pero no lo fue…
-¿Qué hay, Sarah?-le contesté. Llevaba un tremendo vestido rosa fucsia con piececitas brillantes. No, no eran lentejuelas. Todo el pelo recogido en una coleta perfectamente hecha, que dejaba sus grandes y preciosos ojos al descubierto. Ay, Sarah… Llámenme fetichista, pero lo que la hacía esa noche perfecta eran sus pendientes. De cada oreja le colgaban dos tiras finas de plata. Tan simples pero tan arrebatadoramente hermosos… a mí me dio igual. Ya me daba igual.
-Mmm… hace tiempo que no sé de ti nada –Me dijo. No respondí–.
Pasaron 5 segundos mirándonos a los ojos. Aparté la mirada. Ella prosiguió:
- ¿Oye, te pasa algo conmigo Tom? Noto como si me hubieras estado evitando estos días –qué curioso, la muy zorra se hacía la víctima. Nunca marcó mi teléfono. Bueno… una vez sólo. Y ahora que no la llamo viene con esas.
- No, no me pasa nada, hombre.
- Leí tu folletín, el que publicas en el periódico, y la verdad… no entiendo por qué cambiaste tan radicalmente la historia. ¿Era por mí, verdad?
- No, tranquila. Un amigo me pidió que diera un vuelco a la escena.
- ¿En serio?
- Te lo estoy diciendo en serio, sí… –le dije a la vez que aparté mi mirada. No puedo mentir tan fácilmente. Ya me descubriste, sí, tú, el lector.
- Tom, me gustaría tomarme un café-
- Es tarde Sarah… -le corté.
- Otro día, me refiero.
- Sí, sí… - Me quedé mirándola fijamente, un par de segundos. Tenía un tren a punto de descarrilar dentro de mi cuerpo, todo iba acelerado. El pecho iba a reventarme, pero mi mente funcionaba mejor aún (je je je, risa de avispado). Aparté aún más la mirada, aunque no quise. Aún sentía más vergüenza al ver cómo ella me miraba sin esconder ninguna idea tras su rostro, y yo haber jugado la carta del jinete utilizado. Vuelve a tu casa, ya has terminado aquí forastero, el resto, déjanoslo a nosotros. A mí nadie me dice lo que tengo que hacer. Esa idea es absurda, así que volví en sí. Volví a mirarla.
- ¿Recuerdas? Hoy es mi cumpleaños –Me importó, ni más ni menos, exactamente (y sin error), una mierda. ¿Qué hice? Una mueca. La del bandido con la cara rancia y que estira un extremo de su boca. Risa forzada. No era un chuloputas. Estaba siendo sincero, ¿no lo ves? No sé si a estas alturas os queda alguna duda de si soy tímido o no. Como no te oigo (aunque sigas gritando no te oigo –te lo digo con un tono burlón–), también me trae sin cuidado.
- Mi familia abre un nuevo salón de baile en Becker Street, cogiendo por esa calle la segunda a la izquierda –me dijo, señalándome con la mano–.
- Gracias por invitarme –dije sobradamente, pues no lo había hecho. Lo sobrentendí.
- No me las des, el placer es mío, como siempre –ya estaba de nuevo a la carga, peloteando.
Nos miramos otros 5 segundos a la cara. Sus ojos miraban a los míos, cambiando del izquierdo al derecho, con una sonrisa trasparente. Se acercó para darme dos besos y marcharse. Cuando iba a darme el segundo –muy lento fue el primero, qué le gusta que mi caldera hierba– me cogió del brazo y me susurró al oído:
- Tenemos que vernos. Quiero verte…
Y se marchó. Ahí, con esa sensualidad que pondría a relinchar a una cuadra entera, estaba yo más frío que el hielo, y agriado ante tal cinismo. Y lo peor de todo, es que pensaba que me tenía en el bote. Sí, me tuvo. Ahora… Tom Road estaba lúcido. Seguramente gracias al bourbon seguido de aquel Pudding del Infierno que me tomé apenas 15 minutos antes.


-Tenemos que vernos. Quiero verte… -le dije mientras le agarraba del brazo. Quería sentirle en mí, pero había mandado todo al garete. No sé cómo pude ser tan estúpida. Aquel intento de acercarme al camarero del “Loneliness’s Concubines” (no recuerdo cómo llegué a ese local, sé que estaba con unas amigas ¿en un local de tíos?... vaya ciego llevaba) fue una estupidez. Primero porque no me llevé nada a la boca (la metáfora va de comida, vaya… tampoco he arreglado el símil, arggg), y luego porque estoy perdiendo a Tom, si no lo he perdido ya.
Volví sobre mis pasos. Saludé a los Waitling que estaban sentados en la terracita del McRadnor’s.  
Mi calle estaba solitaria, pero el olor de Tom no se me iba de la mano. Hoy no llevaba guantes, y eso debería ser positivo, pero no sé cómo demonios seguía con su olor.  Me quité el vestido. Me metí en la ducha y… No esperarás a que te cuente qué hice ¿verdad? Sólo te diré que le susurré al azulejo que tenía a mi izquierda: “Ohh, Tom, Uhmmm”. ¿Te quedas contento? Maldito diario compartido…







lunes, 16 de agosto de 2010

Fragmento de un castillo de arena

A ti, por lo que es obvio,
y a la chica del SandCastle
de las postales de Italia.

"No importa como empiece.
No importa como acabe."

Todo acabó de la misma voz que lo empezó. Lo primero que vi de ti fue una interrogación. La travesura más mágica que había visto nunca, una simple “?”. Y acabó con una “!” en mi cara, y un silencio posterior…

“Me llovías tan dentro” es una frase que leí hace no mucho, y que no sé aún cómo tomármela, si para bien o para mal. Si tú me llovías como agua de rocío, ese agua se convirtió en lluvia ácida tras el final. Poco a poco mis pulmones trabajaban en períodos más cortos. Como si fumara un paquete al día (y aun así no sé todavía fumar…). Los riñones filtraban el  amarillo de un tiovivo que gira solitario en un parque sin niños, una noche sin luna. Se enturbió la vista, y me encerré en el vapor de un baño melancólico.

Mi vida se apagó por dos meses. Puse el piloto automático de la rutina. Levantarse, trabajar, volver, más trabajo por la tarde, y evasión sumergida en ginebra bien fría y alguna risa malévola que se apagaba mirando al infinito.

Te dije algo así como lo que Thom Yorke cantaba: “Olvida tu casa de naipes, y la haré mía”. Lo nombro por el sentimiento, pero sobra ahora decirlo, como sobró nombrártelo. 

Una de tus últimas frases fue conservar una amistad. Thom hace los honores de nuevo:
“I
didn’t want to be your friend;
I just
wanted to be your lover.”
No nos mintamos, esa frase la decíamos el uno al otro en silencio.

Pero da igual. Ya da igual.

Strike uno;
strike dos;
strike tres.
En el tercero al menos dio tiempo a batear la pelota, pero… se salió del campo. Bateaste, disfruté de esos poco segundos de trayectoria, y después soplaste al final para que saliera fuera. ¿Cómo? Tú mismo puedes explicarlo.




Ahora me siento en la arena. La noche cae y con una mano abrazando mis piernas mantengo el equilibrio. La brisa limpia las escamas de este pasado enredado entre mi barba.
Silencio. Guardo un silencio que lo dice todo, y que está mejor sin decir nada. No he hablado de mi otra mano; alguien la agarra. Ella tampoco habla, y me mira, y ve que tampoco digo nada, y me sonríe, y le sonrío. Su pelo flota al viento y un brillo en sus ojos me emociona gracias a un faro que de vez en cuando gira, y hacen que sean como bolas mágicas que tienen el poder de decir que no voy a estar solo. Ese brillito lo dice todo. Mi chaqueta cubre sus piernas. Ahora la estiro un poco más y me cubro, porque hace frío en esta noche de verano. Pasa media hora, una hora, hora y media… y no nos miramos pero sabemos que sonreímos y estamos no uno al lado del otro, sino uno con el otro, agarrados de la mano. Esa mano que sostiene, que tira hacia arriba cuando está abajo, cuando uno cae abajo, cuando uno tambalea, cuando tiembla, cuando se siente lejos aunque pronto estará cerca.

No está cerca, pero la siento igualmente. Sé que me sostuvo hace un rato la mano. La sentí agarrándome desde miles de kilómetros al noreste.

Ahora duerme recordando esa mezcla de dulzura que tiene la granadina con la piña y un poco de vodka con cítricos. Un “Sandcastle” o un “Castillo de Arena” le llaman. 
Espero probar esa mezcla pronto, porque he olvidado cómo ser yo, cómo ser divertido, cómo era lo que te llevaste de mí. Parezco exagerado quizá, pero el efecto ha sido el mismo que el veneno que te dieron a ti hace cuánto, ¿seis años? La diferencia está clara: yo ya superé mi mito de la caverna.


A tu salud, brindaré un Castillo de Arena con la Luna, mientras el aire vienés sostiene mi mano.


sábado, 14 de agosto de 2010

Hay gente...

Hay gente anquilosada en el pasado, que tiene veintimuchos años y siguen como si rozaran los veinte.
Hay gente que pasa de los veinte y siguen en la pompa de la juventud congelada.
Hay otros que, guardan el coraje para una acción de guerra, y evitan plantarle cara a su maldita calavera.

Hay gente que no está con nadie porque, realmente les cuesta estar consigo mismo.
Hay gente que abusa de los maduros. No deliberadamente, sino por instinto de supervivencia. En su contra está su inconsciente “hienismo”, parasitarios beneficiados de unos inocentes escaladores.
Hay otros que no encajan; tripulantes de una nave, de alma más grande que la eslora de ese barco.

Hay gente que no duerme por las noches, pensando en lo bien que los que no avanzan escalan peldaños en el goce.
Hay gente que te atrapa, que te seduce cual serpiente, de faquir exótico, pero sin amor ni mente.
Hay algunos otros –como yo-, que sin llevarse lo que buscan a la boca, sus mentes enfocan en el faro más lejano. Tierras en su camino exploran, la mayoría de las veces insatisfechos, con más heridas que la posguerra, guerrilleros de su anhelo.

jueves, 12 de agosto de 2010

Sueño II

- …¡Vamos por aquí!
- …Vale
Como una chiquilla caprichosa, torció el camino hacia una calle pequeña, con casitas a la derecha y un muro a la izquierda. Por encima de éste unos álamos frondosos dejaban notarse a la poca luz de las farolas y más arriba daban movimiento a la oscuridad de la noche. Las casitas de la derecha eran pequeñas, algunas tapizadas de hiedra, todas acogedoras. Pasaron por un barecito de entrada pequeña, que conducía con un par de escalones a un interior que en invierno quitaría el frío con solo verlo.
Siguieron caminando por la calle más romántica de todas, hasta llegar a su casa. Ante la escalinata hacia su puerta, se quedó mirando, sonrisa en la cara con una pequeña inclinación en la cara, cabeza un poco torcida y ojos inocentes .
- …Bueno, me voy a ir yendo, que tengo que madrugar mañana.
- Ok, pues muy bien.
Mantuvieron la mirada unos segundos más. Ella le ponía aún más nervioso con esa inocencia. Se acercó y como por impulso le abrazó. El se aferró con fuerza. Ella no sabía cómo “jugar” esa situación.
- Ay… -dijo ella. Él movió la cabeza y le dio dos besos tiernos en el cuello, tiernamente.
Se quedaron un poco más abrazados. Luego, intentó besarla y ella le dijo que era ya tarde. ¿Cómo que tarde, si antes le dijo que era pronto?. No hubo beso.

Te despiertas. Agriamente. Fin del sueño.

domingo, 1 de agosto de 2010

Sinfonía con cadencia rota

[Iº MOVIMIENTO]
Escribo sabiendo que lo leerás tarde o temprano, porque sé que de vez en cuando te gusta leer estos textos que derramo como ermitaño solitario para no sentirme tan solo en esta vida donde pasa tanta gente.

Escribo sabiendo que lo que estoy haciendo es caer quizá más hondo, revelándolo al mundo, aunque para mí es sanación.
El Karma dicen que es una especie de equilibro. Haz algo positivo y tendrás algo bueno a cambio. Lo mismo con lo malo. En este caso es mentira, porque sé que no he hecho nada malo, pero en cambio ha salido mal. ¿Autocompasión? No, aunque puede… ahora mismo me da igual.

Siquiera intuyes que esto que escribo es sobre ti, porque tampoco recordaste como jugaste conmigo.
Al igual que ayer me hice el tonto conmigo mismo y mandé a paseo mi cerebro e hice caso al impulso interior, perdiendo parte de mi dignidad, volviste a caer más bajo en el pozo de la inmadurez y de la irrespetuosidad hacia mí, al no acordarte de aquel diciembre donde te escupí tu mentira en la pupila de tu corazón. Soy más listo de lo que crees, y a veces supero mis niveles de atontamiento, aunque esa es otra historia…
Como el árbol que se siembra en tierra equívoca y se sigue regando, aun sabiéndolo, con ilusión, a veces olvidando que se sabe la fecha de caducidad, pero se sigue con la ilusión de empezar un viaje que durará un verano… Ese verano que, siendo 5 días esperas que sean 90; y a veces ni 5 horas pasan hasta que la hoja caduca cae…

Escribo sabiendo que este texto no hará justicia a la rabia que encierro, mezcla de un deseo por algo irreal, por algo que se convierte en efímero al quitarle la capa de magia que huelo, palpo y siento, y que realmente yo mismo me creo. 

No sé en qué capítulo estoy, pero te veo y sé que estás a muchos de alcanzarme en la lectura. Te distraes, te haces la novata, la infantil, incluso la víctima… Pareces inocente, y en el fondo… me da igual. Si pienso la verdad de tu inocencia lo convierto en pecado virginal; y si pienso que en verdad es falsa, encaja a la perfección con la realidad.

A la de una: juego emocional / mal aprensión.
A la de dos: el horno no está para bollos / miedo a madurar (por tu parte, joder…).

¿A la de tres? Ja, ni de coña…

Aparezco tumbado, apostado en un muro, viendo pasar por la avenida algunos coches. Los árboles me aguardaban de un sol que ha desaparecido apagando el cielo y dando paso a las luces de emergencia de la noche solitaria, junto a un río que mece a los inseparables, aquellos que envidio –para qué negarlo- porque me merezco algo igual (que mierda, otra vez victimismo). A la mierda el Karma. A la mierda el Estoicismo y el conformismo. A la mierda tú y tus inseguridades. A la mierda tu nervio y tus juegos de catorce años en cuerpo de veintiuna primaveras muy bien formadas (qué cuerpo…). Qué pena que la mente se haya quedado descolgada en la nivelación…
…Y todo esto parece rabia. Lo es, sí, es rabia de no disfrutar TÚ, porque TÚ te lo pierdes.
No estoy enfadado, no, que va…

...

[IIº MOVIMIENTO: Marcha fúnebre. Adagio reflexivo, dolente]
Dicen que si no crees en Dios, no te perdona. 
Dicen que si no tienes ningún Dios, en el fondo, al final, él sentirá compasión por ti.
Dicen que si sobre ti caen malos tiempos, malas experiencias,
si Dios “te falla” es porque te está poniendo a prueba.

Discúlpenme si he perdido la fe –si es que he tenido alguna vez eso –, pero
continuamente, más que complacerme con rayos de luz, me quema el culo con relámpagos.

No es que no crea en Dios, y no es que no crea en el Ser Humano,
es que no creo en nada, y tristemente, no creo ni en mí mismo.

Dicen que Dios siempre nos acogerá en su seno,
¿por qué demonios no lo hace antes?
¿Acaso nos merecemos tantas malas experiencias?

¿Saben? Últimamente, en los momentos que me levanto con buen ánimo (qué pocos días son esos) pienso “si la cosa ha salido mal es porque no ‘estoy preparado aún / aún no me toca’, pronto me llegará el momento”. Quiero tener fe en el mañana, sólo que quiero un anticipo “por Dios”, ya…


[IIIº MOVIMIENTO: Finale, Alla breve]
Para concluir te voy a dedicar lo que espero sean los últimos 6 versos que ni siquiera mereces, porque te haces la tonta, porque pareces inocente y ojalá lo seas, pero siendo una chica del siglo XXI me juego lo que sea a que lo haces a posta. Lo siento. Si no es así, demuéstramelo, porque tanto que yo he hecho y lo poco que tú has movido un dedo:

Al fin puedo terminar escribiéndote esto.
Mira las primeras letras de estos versos,
Empeñándome en ponerte un luminoso en la cara,
Las 6 líneas que aquí firman el punto final
Imbécil de mí si te sigo en esta película barata
A dónde te seguirán otros, a los que también engañarás con tu voz lasciva,


[tu corazón virginal  inexperimentado, no te seguiré yo…


CODA: … porque nunca cambiarás a no ser que te lo propongas. Te vendrá bien cambiar de aires, te lo digo -y te lo dije- por tu bien, porque los palos que te vas a llevar (muchos según mis cálculos) te harán mejor persona, y te mereces serlo. En el fondo no eres mala, y en el fondo deseo verte cambiada. Ahora… agua pasada, tierra quemada.

[no hay aplausos ni pitos; un suspiro colectivo, 
se levanta el público y se marcha.
A los 2 minutos, silencio.] 


Gracias




["BONUS TRACK" para el gato de la cornisa]

Agárrale bien fuerte del corazón,
Muéstrate como realmente eres,
Empieza la cornisa frente a ti con aplomo.
La que me mostraste tú misma la derrumbaste,
Ignorando que estarían pronto en buenas manos,
Algún día, espero que cruces el puente, sin miedo… para otra parte.