miércoles, 29 de septiembre de 2010

Pararse para seguir andando


Y ahí llegué, a aquella plaza, a aquellas calles.

Las recorro, poco a poco, como si fuera todo a cámara lenta y yo intentara sincronizarme con el entorno. Mucha gente diferente. Cada uno con su historia, con su dirección, con su misión, con su vida.
Los observo como el que mira cuadros en movimiento, Van Goghs que cobran vida en un ambiente tamizado. Miro a una señora de pelo rizado, setenta y pico años, que cada día lleva su carrito con golosinas, pipas y caramelos y se instala en la plaza central. Cuando todos llegan ella está allí; cuando todos se han ido es entonces su hora de partir. Y ella tiene setenta y pico años, con unas arrugas que acusan un viaje de más de las cuatro veintenas, y una dureza de caminar contra tempestades mucho tiempo, demasiado tiempo.
Otro hombre, que parece joven pero en realidad está en los cuarenta y tantos, lleva en bicicleta a su hija. Seguramente a una guardería próxima. Es un “pijo disimulado”. Se ve que tiene dinero, pero tiene estilo hasta para montar en bici con un traje informal, dejar a su hija que lleva en el trasportín trasero y proseguir su camino a donde quiera que trabaje – un día descubrí accidentalmente que trabajaba en otro barrio de la ciudad, me lo crucé saliendo del metro.
Guaperas total, pero con estilo, nada de ostentaciones.
Sigo viendo a aquellos ancianos que unos días sonríen, otros tantos observan haciendo su crónica íntima de la gente nueva que pasa y aquella que tras muchos días reaparecen por la acera. Había uno con pinta de bonachón, sonriente, de esos que bajo su gorra de vestir le asoman cabellos airados de color blanco puro, y unas gafas de lector avezado, y esa ligera barba conjuntada con su cabellera. Sonreía al mundo aunque éste quizá no le sonreía. Yo lo miraba y lo observaba cuando pasaba cerca. Me sacaba una sonrisa al ver alguien que era claramente –o engañosamente– feliz. A la vez, un día, no sé por qué, me dio como pena, y me brotaron bajo esa sonrisa que tenía yo unas lágrimas. “Alguien que no lo merece y que pronto se irá en la barca…” pensé.

Ahora he vuelto a andar, a observar las personas. Es algo que me encantaba, y ahora, creo que ha sido el momento de retomarlo. Me dispongo a andar, a mezclarme entre la gente, hasta llegar a la plaza antes de seguir por las callejuelas. Y, como si tuviera poderes, reduzco el tiempo, lo estiro como si un niño travieso, con el calor de sus dedos estirase onzas blandas de chocolate.
Ya veía a todos lentos. El paisaje “humano” ha cambiado en el tiempo (valga la redundancia tempo-textual). Pero ahora soy yo el que no tengo dirección, al que a pesar de haber viento y veletas no soy conducido a ninguna parte visible o divisable.
Sin rumbo claro, sin propósito definido, sin misión establecida…

A esa persona que está perdida, varada, truncada. Le toca pararse; por encima de todo, verse a sí mismo, replantearse qué tiene, qué no tiene, que quiere de sí para sí, qué aprender, qué corregir, qué hacer… todo paso a paso, lento a ojos jóvenes que ven de un segundo una vida, que estiran cada segundo, y que a ojos de aquel anciano, aquel que emociona con su mirada tierna, que ve una revolución, desde sus horas, a las de cualquiera.

martes, 28 de septiembre de 2010

Nube negra (de Joaquín R. Martínez Sabina)


Cuando busco el verano en un sueño vacío,
cuando te quema el frío si me coges la mano,
cuando la luz cansada tiene sombras de ayer,
cuando el amanecer es otra noche helada,
cuando juego mi muerte al verso que no escribo,
cuando sólo recibo noticias de la muerte,
cuando corta la espada de lo que ya no existe,
cuando deshojo el triste racimo de la nada.
Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.
Al otro lado de los apagones,
al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra.
Cuando siento piedad por sentir lo que siento,
cuando no sopla el viento en ninguna ciudad,
cuando ya no se ama ni lo que se celebra,
cuando la nube negra se acomoda en mi cama,
cuando despierto y voto por el miedo de hoy,
cuando soy lo que soy en un espejo roto,
cuando cierro la casa porque me siento herido,
cuando es tiempo perdido preguntarme qué pasa.
Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.
Al otro lado de los apagones,
al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra
(Joaquín R. Martínez Sabina)

martes, 21 de septiembre de 2010

Cógito / Comodín / Críptico

De una cuerda dividida,
A y B surgieron, 2 a partir de 1;
X rompió las fibras que los unían,
C compensó a esos 3 con un rombo oscuro.

Sin más remedio,
A distaba -como en este verso- de B.
Cuerda rota que buscaron otros cabos,
inconclusos, están los 4, estancados.

Como en un rombo,
X no estaba muy cerca de B
A de B sólo separados de papel;
C cual comodín, triste iluso.

Ni triángulo, ni círculo,
ni catetos ni hipotenusas;
ni tierra sin cielo,
ni mar sin luna.

A-briéndose y separándose
como los pétalos de una rosa marchita,
B mordió la manzana prohibida,
equivocóse girándose a una alejada X;
C, similar pero en el lado opuesto,
fué el colchón y reconforte a la soledad de A

Velo mojado,
por las tristezas de (h)A(da),
¿una Conclusión equívoca?,
un resquicio,
un títere ridiculizado.


Se restregó los ojos con las manos para aclararse la vista. 
Nada era distinto. Veía bien. Entonces vio cómo los cabos parecían ir encajando.
No era un sueño. No, en absoluto.

A y B antes eran una sola cuerda.
Ahora no había cuerda: eran A y B.
La cuerda se rompió porque otro punto X imantó fuertemente a B.

Aparece C.

A y C encajan, al menos son genéticamente compatibles,
pero B sigue imantando a A, y A siempre ha estado imantándose con B.

B no veía como seguía tirando de A, por naturaleza.
A y C se acercan pero A no esconde su imán a B.

Ni triángulo, ni círculo, ni catetos ni hipotenusas, ni tierra sin cielo.
C sigue siendo un clínex, una conclusión equívoca, una curva de vuelta… un comodín.

Ojalá sea tan solo una paranoia...



domingo, 19 de septiembre de 2010

Fragmentos del ahora (fragmento)


Recuerdos suyos, de un viaje con otra persona, antes de que su barca rozara la de él.
[…]
Una se va, y no se despide de él. 
[…]
Otra retoma su vida como si el pasado fuera un sueño, y otro atónito se queda perplejo.
[…]
Un grupo de 10 que son 5 dobles. 11 es doble soledad. Él es el  más uno de la decena.
[…]
Viernes, y sábado. Sin plan, sin gente, con… soledad. Solo.
[…]
En una ciudad marchita, maquillada como una geisha, él desea encontrarse con ella.
[…]


¿Y ahora qué?

Soledad, reflexión y… ¿qué más? ¿algo más?
¿no es ya suficiente burla la que haces de él?,
tanto que se esfuerza y nada a cambio…
¿tu propósito es joderle?

La profesión no es la vida, ni la vida es profesión.

Si te queda algún as en la manga, sácalo ya, por favor,
remata la faena, estoque en mano, directamente al cuello.

Gracias. Una vez más (y las que quedan…) Gracias.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Memories Collector (por Enric Montefusco)

El tren se ha vuelto a poner en marcha. Agarro la caja con fuerza y me acuerdo de que no sé a dónde voy. Eso tampoco me preocupa demasiado. Me preocupan más los lugares a los que no voy. Saber si la próxima estación en la que tampoco voy a bajar me gustaría más que la siguiente.

El riesgo es algo incómodo de llevar, tanto que a veces pienso que los viajes en tren deberían tener una sola parada: un origen y un destino, como los aviones. Pero, ¿por qué nadie me habló del lado oscuro de la libertad? Supongo que poca gente puede hacerlo.

Ser responsable de tus miserias es algo desagradable. Demasiado para demasiada gente. Todo el mundo coge el mismo avión. Cuando el tren sólo para una vez, puede gustarte más o menos la estación, te puedes quejar de la ciudad y maldecir el país donde has bajado, pero tu conciencia está tranquila. El peso de la responsabilidad se lo otorgas a un ser enorme y monstruoso llamado sociedad. Te lavas las manos con agua putrefacta y te mueves ligeramente por la única estación en la que te han dejado bajar. No, no culpo a nadie. Aunque todo tiene su precio y su explicación.

Era verano. Faltaba poco para el anochecer. Mis padres habían salido. Sentí una agradable sensación de no tener los ojos clavados en la espalda y fui corriendo a coger mi bicicleta azul al garaje. Tenía terminantemente prohibido salir del pueblo. Siempre había obedecido en eso, pero ese día dejé de hacerlo. Sabía lo que me esperaba al volver, pero por alguna razón no fue suficiente amenaza.
Reconozco perfectamente el trayecto que hice. Fueron unos pocos kilómetros pero a mí me pareció una barbaridad. Por primera vez en mi vida tuve consciencia de ser libre, de tener todo un mundo por delante. Toda una vida… Nunca he vuelto a tener esa sensación tan intensa y virgen. Y sé que cada vez que por algún motivo me siento libre me remito a ella. Ojalá pudiera recordar lo que sentí, lo que vi, lo que me pareció ver, pero  sólo en sueños soy capaz de revivirlo.

El mundo de los sueños es al que realmente pertenezco, el que definitivamente me diferencia de los demás. Todo existe en su forma más pura. Usa los símbolos gracias a los cuales en una primogénita experiencia en mi mente le dio una cara, una forma a una palabra que ya existía. Es el mundo del sentido, del entendimiento, del concepto interiorizado. De lo que en definitiva he llegado a crear y a ser.

Una vez, tendría yo 5 años, con mi padre, nos encontramos a dos ratones en el suelo. No se movían, no hacían ruido, no hacían nada. Le pregunté a mi padre que por qué estaban allí quietos, y él me contestó que se habían ido al cielo. ¡Qué tontería! Si estaban allí en el suelo. Entonces entendí que al ser aplastados se habían convertido en pájaros. Aquellos pájaros que volaban de un lado a otro sin un rumbo aparente, y que se paraban en los árboles del patio trasero para explicarnos su trágica historia cada mañana. Todo tenía sentido.
Cuando murió mi abuela, además, comprendí que todos nos convertiríamos en pájaros algún día. No era mal destino, aunque yo nunca he sido un gran amigo de las alturas. Pero un día, me encontré con un pájaro muerto, y no lo entendía. Se me vino el mundo encima. Puto pájaro… Me enfrente cara a cara por primera vez con la nada, el vacío, con ya no ser más. La religión ya no servía para nada a partir de aquella imagen. Volvía a la categoría de “ratón por aplastar”, alguien que sueña con pájaros cada vez que teme a la muerte.

A menudo me gusta buscar fotos viejas, cuanto más viejas mejor, y analizo minuciosamente la expresión de esas personas ya ausentes, e intento imaginar qué estarían pensando en ese momento, qué les habría ocurrido aquel día, qué esperaban de la vida, con qué se encontraron. La complicidad que siendo al mirar cualquier conducta humana es siempre más intensa que la repulsa que me pueda causar. No, no voy a ser yo quien descubra cómo debemos comportarnos. No voy a concretar, no voy a hacer el ridículo como muchos otros antes. La melodía suena una y otra vez y nosotros tapamos nuestros oídos para entender, cuando lo que tenemos que hacer es escuchar.
Recordar que la melodía que oyes no es la misma que la de los demás y obedecerla. SI eres capaz de entender eso ya lo tienes todo. Podrás crear, ver la obra completa, y llegar al final antes que a la muerte, no al revés, y precisamente porque no quiero morir antes que acabar agarrándome a la vida con la sensación de haberme dejado cosas por hacer es por lo que me voy.

A los 24 años soy demasiado joven para pensar ya en lo que podría haber ocurrido en lugar de lo que puede ocurrir. El día que dejé de ser así es porque me he dejado algo en el camino, y no quiero volver una y otra vez en el que me dejé los sueños. Nadie se merece esa tortura.

Recuerdo el tiempo en el que mis padres construyeron la casa del pueblo. Yo debía tener entonces unos… 10 u 11 años. Los suficientes para percibir la ilusión con que se ponía cada ladrillo. La percibía pero no lo entendía. ¿Por qué tenía que ir mi padre a recoger al río cada una de las piedras con las que se cubrió el suelo del  jardín en lugar de comprarlas? Esa casa, esas calles, y ese bosque lo eran todo para mi padre, eran la culminación de un sueño, la recompensa a toda una vida de trabajo. A veces se levantaba cuando todavía era oscuro, salía a la terraza y cuando el sol estaba a punto de salir nos despertaba mí y a mi madre. Cuando me dicen que me parezco a él, recuerdo esos momentos y me siento orgulloso.
Desde la terraza mirando al este está el bosque en el que tanto le gustaba pasear y perderse. El mismo en el que tomaba las decisiones importantes con mi madre, y en el que nos enseñó, primero a mi hermano y más tarde a mí, a ir en bicicleta. La belleza no solo estética, sino también simbólica de ver salir el sol por encima de esos árboles era la felicidad. Momentos de silencio y eternidad, completamente ajenos al martilleo del tiempo.

El otro día, después de muchos años volví al bosque. Necesitaba reconciliarme conmigo mismo y tomar alguna decisión de una vez. Lo que me encontré sin embargo, no era lo que me esperaba. Me dio la sensación de estar a las puertas del mismísimo infierno.
A ambos lados del camino por el que aprendí a ir en bicicleta se extendía la nada. Habían cortado casi todos los árboles. Sentí miedo y mucha impotencia. Era injusto que yo tuviera que verlo. Por primera vez en mi vida me alegré de que mi padre no estuviera vivo. Él tuvo la suerte de haber muerto con un lugar al que poder ir y quedarse allí para siempre. Nunca hasta ese momento había tenido una noción tan clara de lo que es el cielo y el infierno. Al ver ese cadáver a mi alrededor, me di cuenta de cómo los sueños cambian generación tras generación, de cómo nacen y como mueren. Me di cuenta de que  el bosque, que tenía un significado absoluto y final para mi padre. Para mí sólo debe tener un significado matricial. Un origen a partir del cual yo he de buscar mi propio bosque, porque yo sé que existe, aunque no sea de árboles.

El tren se ha vuelto a poner en marcha. Miro por la ventana y veo como se mueven los colores, cómo se mezclan e intentan llamar mi atención. Un clic de mi ojo es suficiente para su inmortalidad en esta carnicería llamada mundo, donde nada es lo que fue hace cinco minutos, y no se lo voy a conceder tan alegremente. Sueño mientras recuerdo, pero también recuerdo mientras sueño. La imaginación tan solo colorea cuadros que queremos volver a ver. Estoy en el difícil momento de selección y criba, y no puede haber espacio para recuerdos compartidos por millones de telespectadores, ni miles de turistas, ni cientos de vecinos, ni tan siquiera decenas de pasajeros. Estamos hablando de mi vida, joder.

Los recuerdo que llevo conmigo, los que tiran de mí, los que intento disimular, me caben en una caja de zapatos, una caja que un día estuvo vacía y que voy llenando poco a poco de pistas, a las que tengo que ser fiel para completar algún día mi colección. 


[Texto por Enric Montefusco, extraído del video complementario al álbum de Standstill, "Memories Collector". Transcripción de Kalle Eremit]

Dead Man Picture (por Enric Montefusco)

¿Para qué estás buscando? ¿Qué encontrarás?
¿A qué estás esperando? ¿Llegará?

¿Para qué estabas buscando? ¿Qué encontraste?
¿A qué estabas esperando? ¿Llegó?

¿Tuviste una oportunidad? ¿Lo conseguiste?
¿Encontraste la manera de no perder nunca el control?
¿Dónde está la felicidad? ¿La sentiste?
¿Alguien pelea contra este muro?
O es el secreto nunca pensar en ello
y si lo tengo, nunca lo sabré.

Texto de Enric Montefusco
Traducción: Kalle Eremit

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Dos aboluto


Donde el hastío es algo efímero,
la vergüenza es el agua,
el primer plato la amargura,
el segundo la acidez macabra,
y el postre la dulce soledad,
ahí, ahí, ahí ...


No recuerda mayor período 
que aquel mes y medio,
tras ese fugaz beso inconcluso;
un pasado tan turbio
rugoso, casi inexistente.
Unas vivencias decadentes,
una fantasmada,
deprimente.


Es esta una visión equívoca,
marchita, falsa, y martirizante.
Ahora, más justos y más realistas,
son los versos abajo resultantes:


Solitario pero acompañado,
sigue su camino a pesar de dificultades,
muchos ojos le hechizaron,
todos bien plagados de muchas salvedades.


Enfadado con el destino,
cuyo trayecto no discute,
todo acto, lento como el vino,
efecto negro, le repercute.


Sigue solitario
su búsqueda de acompañante,
a veces firme y con aplomo,
otras cabizbajo, torpe y rechinante,
mira alrededor ¡todos pares!
el busca su luz, ¡nadie lo asalte!


Te busca a ti,
sí, a ti que aún no eres visible,
para darte todo y más;
y del par hacer uno solo,
de acero, 
indivisible.


domingo, 12 de septiembre de 2010

11-S con "S" de Sabina


2 horas y 45 minutos.
La noche empezó con un homenaje a sí mismo, en tono de película en sepia y granulada, y su nos dieron las 10 y las 11 arreglado para banda, que sonaba a himno del hombre y su vida… todos a coro, la corearon, porque esa canción es olímpica, grandiosa.
Fue el preludio de una noche que, a mi ver, se anunciaba acogedora, y que fue electrizante, cariñosa en las baladas y emocionante en la profundidad de sus versos, aquellos con los que nos identificamos todos alguna vez en la vida (o varias veces). Mejor que él pocos pueden expresar esos momentos (yo, al menos, aún, no conozco a nadie).

Algunas canciones que oía y a veces cantaba mientras hacía footing o reflexionaba, y las hacía mías, ahora se hacían de todos. Las palabras de un sabio vividor, que ya ha recorrido casi todas las carreteras, aún sin conocer yo esos caminos entiendo y siento el significado o parte de lo que dice. Quizá porque utiliza el arte para decirlo, ¿no?. Yo las siento aunque no las haya vivido. Al igual que uno siente música y emociones de una película y unos hechos que no has vivido pero que has visto en la pantalla… es algo parecido…

Peces de Ciudad, Cristales de Bohemia, Embustera, 19 días y 500 noches, y muchas otras, tirando del repertorio clásico de primera época. Las baladas, se intercalaban con temas movidos, y los rockeros totales –sublimes De Diego “el hombre orquesta” y Panchito Varona, tampoco hay que hacer caso omiso al resto del elenco que eran diez sobre diez, perfecto; que buenos músicos, qué buena música, ¡qué letras! (hablando de Sabina, esto último es obvio).
Cantase quien cantase –la corista se marcó un par de canciones, el segundo guitarrista otras 2, un “Amor se llama el juego” De Diego que mostró claramente quién es el compositor frente al escritor, y un rock tostado pero sublime el bajista Varona- aquello era puro deleite.

¿Quién dijo que no se puede hacer buena música sin una escenografía para dejar impactado a los asistentes? Una cosa no quita a la otra, pero hoy en día la cosa no está equilibrada.
Conciertazo. Punto.

Maestro, gracias, muchas gracias. A seguir viviendo con los colores de tus cuadros que acompañan las noches solitarias de agridulce pasear.  Y me uno a tu palabra:

“Cuando uno está feliz, tiene un equilibrio en su vida los versos y las musas le abandonan. Al menos mis canciones salen cuando está al borde del abismo”. No quiero que sigas al borde del abismo Sabina, pero si eres capaz de sacar oro de amigos o hermanos que los están para echarles una mano, doble aplauso.
“Vinagre y Rosas” escrito a dos manos con el poeta Benjamín Prado y el perfume amargo de la chica que le dejó en ese bar y las dos mil copas con Sabina, que hicieron que ambos despertaran en Praga.

“Me pasé de la raya con tal de pasar por el aro”
“Embustera, tu corazón es una cremallera de Christian Dior”
“Por mis venas va, ligero de equipaje, sobre un cascarón de nuez, mi corazón de viaje”
“¿Dónde crees que vas? ¿Quién te parece que soy? Si miras atrás, yo ya no estoy”.

Qué casualidad que Sabina empieza por la misma letra que Sabiduría, ¿no?...

viernes, 10 de septiembre de 2010

Valerie (por Alan Moore)

(Evey encuentra un pequeño agujero en la pared izquierda de su celda tras oír un ruido. Como si alguien colocara algo ahí, una bolsa arrugada. Ella recoge una pequeña bolsa de plástico con algo enrollado en su interior)

Sé que no hay forma de convencerte de que éste no es otro de sus trucos. Yo soy Yo.

Me llamo Valerie. No creo que viva mucho más y quería contarle a alguien mi vida. Esta es la única autobiografía que voy a escribir y, dios, la estoy escribiendo en papel higiénico.

Nací en Nottingham en 1985. No recuerdo mucho mi infancia, pero sí recuerdo la lluvia. Mi abuela tenía una granja en Tottle Brook, y solía decirme que Dios estaba en la lluvia.
Al acabar mi colegio ingresé en un instituto para chicas. Fue allí donde conocí a mi primera novia. Se llamaba Sarah. Recuerdo sus muñecas. Eran preciosas. Creía que nos amaríamos eternamente. Recuerdo que nuestro profesor nos decía que era una fase adolescente que pasaría. A Sarah se le pasó. A mí no…

En 2002 me enamoré de una chica que se llamaba Christina. Aquel año se lo dije a mis padres. Fui capaz porque Christina estuvo a mi lado cogiéndome la mano. Mi padre no podía mirarme. Me dijo que me fuera y que no volviera jamás. Mi madre no dijo nada. Sólo les había dicho la verdad, ¿tan egoísta fui? Nuestra Integridad vale tan poco, pero es todo cuanto realmente tenemos. Es el último centímetro que nos queda de nosotros mismos. Pero si guardamos ese centímetro somos libres…

Siempre supe lo que quería hacer con mi vida y en 2015 produje mi primera película, ‘Las Salinas’. Fue el papel más importante de mi vida, no al nivel profesional sino a nivel personal porque conocí a Ruth. La primera vez que nos besamos sentí que no quería besar otros labios que no fueran los suyos.
Fuimos a vivir juntas a un apartamento en Londres. Sembró Violet Carsons para mí en los maceteros de la ventana y toda la casa olía a rosas. Fueron los mejores años de mi vida.
Pero la guerra norteamericana se recrudecía cada vez más hasta que finalmente alcanzó Londres. Después de eso no hubo más rosas. Para nadie…

Recuerdo cómo empezó a cambiar el significado de las palabras. Palabras con las que no estábamos familiarizados como ‘colateral’ y ‘entrega’ empezaron a dar miedo. Mientras como ‘fuego nórdico’ y ‘Artículos de Lealtad’ empezaron a cobrar poder. Recuerdo que ‘diferente’ pasó a significar ‘peligroso’. Aún no lo entiendo. ¿Por qué nos odian tanto?

Detuvieron a Ruth mientras hacía la compra. Nunca en mi vida he llorado tanto. No tardaron en venir a por mí.

Es extraño que tenga que pasar el final de mi vida en un lugar tan horrible [una celda aislada]. Pero durante tres años recibí rosas y no tuve que arrodillarme ante nadie. Moriré aquí. Cada centímetro de mí perecerá. Cada centímetro… salvo uno. Un centímetro. Algo pequeño y frágil, y lo único que merece la pena conservar en el mundo. Nunca debemos perderlo o entregarlo. Nunca debemos dejar que nos lo arrebaten.
Espero seas quien seas que escapes de este lugar. Espero que el mundo cambie y que las cosas mejoren. Pero lo que espero por encima de todo es que entiendas lo que quiero decir cuando te digo que, aunque no te conozca, y aunque puede que nunca llegue a verte, a reírme contigo, a llorar contigo, o a besarte, te quiero. Con todo mi corazón. Te quiero.


Valerie. 






"Los artistas mienten para contarte la verdad
mientras que los políticos mienten para ocultarla".



(fragmento de la novela gráfica "V", historia por Alan Moore,
guión de la película de los Andy y Larry Wachowski)




lunes, 6 de septiembre de 2010

No necesitaremos piernas para mantenernos.

A pesar de que todo esté desecho, de que no veas el sol aunque estés fuera,
aunque la nube negra te espera, a cada rincón de un muro o en un trecho,
no desesperes, aguanta, espera; persiste, no hagas caso a tu ceguera;
levántate como si el mundo no estuviera muerto; servirá todo lo que has hecho.



Sufjan Stevens - We won't need legs to Stand

So faithful, so few,                   Tan fiel, tan pocos,
so pardon, and done.                tanto perdón, y se acabó.
And when we receive,               Y cuando recibimos,
we give a change at last.          damos un cambio al final.

When we are dead,                  Cuando estamos muertos,
we all have wings.                    todos tenemos alas.
We won't need legs to stand.    No necesitaremos piernas para mantenernos.
When we receive,                    Cuando recibimos,
to see chage at last.                 para ver cambio al final.