Mientras
oigo el Vals de Amélie la noria en mi cabeza se para y, como
por arte de magia, todos los colores primero se iluminan y giran como
en cualquier corazón contento para, luego, volver a ser sepiosos,
algo desgastados, de postal enmarcada en aquel rinconcito de los
recuerdos edulcorados.
Y
esque este maldito vals no deja de maravillarme cada vez que lo oigo.
Pasa el tiempo y lo vuelvo a escuchar y me sigue fascinando la manera
en que te susurra al oído a Montmartre lluvioso donde bajas las
escaleras. Sueño de azul y negro. Antes lo identificaba con una
época de mi vida.
Eres
Amélie, al menos en mi cabeza. Una más real, más de carne y
hueso, pero con algo en común: sois una ensoñación agridulce.
Algo magnífico, precioso, perlado y delicado a la vez que brillante,
pero... que nunca ha ocurrido.
MONTMARTRE (© Vincent Piffard) |