miércoles, 31 de marzo de 2010

Carta a Bob

"A mi primo el Nano"
28 de Marzo

A pesar de que se presente esa nube negra que ha pasado por distintos estados en muy poco tiempo, tengo en cuenta que rezas para que los trenes se equivoquen de estación, pero has hecho lo que debías, las medias tintas para los cobardes.
Para la gente como nosotros la carrera no termina hasta que no hemos cruzado la meta una seis o siete veces.
No digo que resucites en ese viaje pero empezarás a estar poco menos muerto. Cuando se propone algo que le interesa de verdad se echa hacia hacia delante, igual que si de ese modo le ganara medio metro a la duda.

Lo bueno de las cosas imposibles es que te permiten buscar alternativas, y yo tengo una: vámonos a aquel sitio donde se iluminan los sueños a las 2 de la mañana.
Por la mañana quizás no son tan amigos, pero no por nada, sino porque sencillamente no van a la misma velocidad. Las cosas hasta el final, que no tengas que decir que tu conciencia es dos tallas mayor que tu fuerza de voluntad.

Otra gente tiene siempre algún sermón en la boca y algún culpable en su lista, pero yo siempre he preferido hundirme con mis colegas a regañarles desde la orilla mientras se ahogan. Tal vez porque con los años he desarrollado la tolerancia característica de los que tenemos mucho que callar y ninguna gana de prohibirle nada a nadie nunca. Parece mentira que estando tan claro haya gente que no lo entienda.

Para los buenos amigos, claro...

(Carta a Bob, por un sabinero almeriense)

martes, 23 de marzo de 2010

Adelante Bonaparte (II)


Me voy a inventar un plan
para escapar hacia adelante,

con este sol de invierno.
Me voy a inventar un plan
para escapar hacia adelante.

Ven,

aunque no lleguemos a ninguna parte,
sabes que esto es lo único importante,
y sabes que no es lo mío suplicarte.


pero ven, ven
pero ven, ven.

Adelante, Bonaparte,
que vamos tarde.

Y si luego resulta que hay dudas
y si luego resulta que hay dudas
será perfecto para volvernos a escapar.


Adelante, Bonaparte,
que vamos tarde.

domingo, 21 de marzo de 2010

Una cosa más (por ¢å£ê×)

Late, pequeño, late. Trabaja un poco más mientras el cansancio se deja caer en mis párpados. Late, lléname de vida, hazme sonreir, inúndame con el calor de tu nectar, inúndame con el sabor de los sueños. Late, mi cielo, late. Planea la huída, lucha por el cambio, invítame a embriagarme con la fragancia. Late, tristón, dale un poco más, déjame dormitar en este sopor que mis noches acompaña y mis días oscurece. Late. Late un par de años más, me lo prometiste, déjame acabar con aquello que pactamos, aguanta hasta el final, sobrevivamos a este juego de vaivén hasta que sea nuestra hora. Late. Hagámoslo por un abrazo más, hagámoslo por la tranquilidad, por compensar la balanza, por besar el cielo, por atravesar el infinito. Late dulcemente, late tranquilo, late acariciando cada segundo, agarrándote a cada suspiro. Late sin tener nada que decir, hazlo por mí, hazlo por ti, no lo estropées expresándote. Late. Disfruta en paz de esta inestable seguridad, disfruta agazapado, disfruta apartado de la realidad. Hazlo como quieras pero late, pequeño, late.



Escrito por ¢å£ê×

viernes, 19 de marzo de 2010

Caput


...If loving you's a dream that's not worth having

then, why do I dream of you...
.
.
.
Si amarte es un sueño que no merece tenerse,
entonces, ¿por qué sueño contigo?

Víctor San Juan

Ey, ¿te acuerdas de mí?
Claro que sí, claro que sí.
Te veo a mi lado
soldadito sentado,
tu mira al cielo
yo miro al suelo.
¡Vaya duelo!
Lejos de casa
Lejos de casa
Pasajero del autobús

Porque no sabes que yo anoche soñaba
que hablaba por el hueco de tu escalera

No, no puede ser yo
quien empiece la conversación
ni de goles
ni de colores
ni de amores
ni de una rusa de fina piel.
¿Qué nos puso del mismo lado
y luego nos cambió?
Yo no hecho nada
nada de nada
pasajero
todo es pasajero

porque no sabes que yo
lejos de casa soy otro.
Eric Montefusco, "Vivalaguerra", 2006

sábado, 6 de marzo de 2010

4 escenas cotidianas

- ¡Pero mira que eres tonto! –Él apuraba su cerveza mientras que ella se lo decía con una sonrisa y deslizaba traviesamente sus dedos por el borde de la copa de vino.
Él trabajaba en un concesionario; camisa blanca con corbata lisa de seda, pelo ligeramente engominado. Ella vestía casual; era agente de inmobiliaria, exactamente la jefa de su agencia. Niki de color crudo grisáceo, con una rebeca fina verde pistacho y unos vaqueros poco gastados. Reían y se contaban sus episodios diarios durante el almuerzo. Escena que repetían desde hacía más de un año.

- Pasa tú primero – la invitó a sentarse en el sillón largo de una esquina del restaurante. La juventud se escapaba a las retinas ajenas, pues era una pareja bastante mayor. Cortésmente, el caballero le retiró el abrigo para dejarlo en una silla cercana. Luego, se sentó frente a ella y con la sonrisa más cálida le cogió su mano derecha. “Feliz trigésimo aniversario”. Brindaron con un burbujeante champagne y disfrutaron de una hermosa velada.

- ¡Vete a la mierda! – la copa calló al suelo y las mesas de alrededor hicieron un mutis, clavando la mirada en aquel hombre corriente de mirada perdida en la puerta que, abierta, no pudo hacer caso a sus deseos de abrazarla y suplicarle perdón. Respiró fuertemente. Luego acabó su copa de un trago, se frotó con ambas manos la cara y abrió los ojos exageradamente, como si de una pesadilla despertase. Cogió su chaqueta, dejó un par de billetes (no tenía tiempo para pensar en la vuelta) y salió rápidamente tras ella.

- Dígame cuanto es todo, por favor – pidió. Sentada en la mesa circular más bonita del café, acompañada de un sencillo jarro con agua y una rosa, ella pensaba en él. Dónde estará, qué estará haciendo, cómo le estará yendo el día… o simplemente pensaba en él. Yo no podía saberlo, solo observarla e intuir no más de un par de ideas. Elevó la mirada como si mirase alguna pizarra donde detallaban la lista de cafés, pero al ver cómo sonreía supe que lo escrito en los paneles era lo menos importante en ese momento. Seguramente él pensaba en ella, y tendría su café y su mirada felizmente reflexiva, y su centro con una rosa… y si no, pobre de él.


¿Y qué tienen en común todas estas escenas? La cantidad de historias diferentes, simultáneas, paralelas que acontecen día a día en cualquier bar, café o restaurante, ante los ojos de… un simple camarero.