jueves, 23 de diciembre de 2010

Saco roto

Como el verso que no rima
que darle vueltas lleva a un espejismo,
atisbo de melancolía
fría y a retranco, espejo de vacío.

La vista que engaña,
trayectoria parecida;
vidas que no cuadran,
sonrisas que desvarían.

Rizos, soplos, sombras,
intenciones malogradas;
inocencia y esperanza,
para polvos sin hadas.

Versos que no encajan,
oficio repetido sin resultados;
versos que no relajan,
ni sospechosos identificados.  

viernes, 10 de diciembre de 2010

Afirmaciones negadas


Ese tren que no vuelve,
ese ticket de un show suspendido,
una entrada en la agenda,
apuntada, pero que no acierta.

No retirar lo que se ha dicho,
lo dicho queda impreso en el tiempo,
un futuro cual mecha va quemándose,
cual barco hundiéndose para encontrarse,
inevitablemente en el presente.

Novia cadáver,
papelina sin tabaco,
opio marchito,
falsa historia sin abogado.

Y me pregunto a veces
por qué me empeño en apostar
a favor de una mínima esperanza;
sonrisa despistada en un mundo de viudas,
que con certera paciencia,
matan a sus protagonistas.

Y me pregunto (otras veces)
cómo resistes tanto tiempo
clamando y claudicando,
afirmando y mintiendo,
prometiendo – y ausentándote,
viniendo – y quedándote.

Lo más gracioso de todo
es que al fin la risa viene a mis puertas,
la mejor de las conversadoras,
el buen vino para la carne indigesta.

No te creas que el vinilo empieza de nuevo,
mas pon tú la aguja en el borde,
que mi respuesta puede ser “forte”;
sigue perdida -pero buscándote- en tu gallinero.

domingo, 21 de noviembre de 2010

フォレスト -Foresuto- (Bosque)


Me asomo por la ventana, y veo como la lluvia se aleja, las nubes se disuelven y dejan pasar a unos rallos crepusculares de un sol tostado que quiere dormirse.

Sigo saltando de rama en rama, corriendo, por el bosque. No sé a donde llegaré. Un impulso interno me hace seguir saltando, esquivando, corriendo, de rama en rama, de árbol en árbol. No sé a dónde llegaré pero tengo que seguir hacia adelante. Algunas hojas cayeron, otras permanecieron ahí, en su sitio, pero yo sigo, sigo adelante. Lo mismo ocurre con éstas que veo ahora y con las que veré. El camino de todos es seguir sus caminos, viendo árboles, hojas, ciudades. 

Recuerdo algunos abetos, encinas y robles, que marcaron mi camino, por su forma y fruto, su belleza y robustez. Dos o tres acacias me han marcado a lo largo de mi continuo paseo. Me hice unas pulseras para acordarme de ellas cuando me las encontraba. Una forma de vincularme, de conectarme. Miro mis muñecas y siguen vírgenes. Ahora me ayudan a impulsarme adelante las pocas esquirlas que me recuerdan a sus bellezas y virtudes, a sus desavenencias y diferencias.

Continúo al frente, saltando, corriendo, esquivando, atravesando. El bosque no se acaba. En algunos claros veo el sol una vez más cansado, que deja su turno de vigía a la Luna, que vela por mí en las noches oscuras del enredo ramal de la selva. Ya ha pasado mucho tiempo, años, y el bosque es mi casa, mi vida es un bosque. 

Sigo saltando de rama en rama, corriendo, por el bosque. No sé a donde llegaré. Un impulso interno hace que continúe saltando, esquivando, corriendo, atravesando, de rama en rama, de árbol en árbol. No sé a dónde llegaré, el camino sigo trazando. No sé a dónde llegaré, pero tengo que seguir caminando.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Conversaciones de café y friegaplatos

Y la tortilla sale disparada varias veces hacia arriba y vuelve hacia abajo a la sartén. Como el mercurio cuando se lanza contra una pared: al final, todas las perlitas se juntan y forman ese todo que era como antes.





- ¿Qué pasó?
- Al final nada, que otra vez me puse el cono con las orejas de burro. ¡Bravo, bravo! Soy un completo idiota.
- Pero no seas así, las cosas pasan porque tienen que pasar...
- No me vengas con el destino y tu conformismo. No le hice nada, no sé que pasó, pero al final siempre sale mal y esa chica...
- ¿Esa chica qué? Yo-- es que no lo entiendo. Algo pasa contigo, o todas son unas raras.
- Seguramente yo haré algo mal, porque no es normal... -interrumpió-. Después de una mala digestión de hechos y palabras, todo vuelve a ser como antes.
- Nada se repite, es otra condi...
- ¡Que no! ¿Y qué me dices de la otra? Después de marearme más que un tonto con una silla de oficina... ¡no sabe hablar! No puedes decir "te quedan genial las gafas" sin pretender nada. -la imitó con clara mofa-. ¡Vaya, como si fuera mi amiga del alma! Tss, ¿te lo puedes creer? En vez de "¿me podrías hacer un dibujo?" con cara de buena suelta "vaya... a mí nunca me has dibujado nada"... -dijo molesto, con mucha burla. 
- Guau -gesticuló con la boca totalmente abierta, ojos de pasmada.
- Exacto, guau. 
- No pueden decir "a un bar" o "cena en tu casa" eligiendo "casa" con una sonrisa cómplice sin pretender nada.
- Y arreglada, guapísima, y oliendo a gloria...
- Dios, eso último a sonado... -dijo con cara de asco.
- ¡No no no! lo digo... ¡ya me entiendes!
- Ya, jajaja, lo sé. ¿Para qué te vistes, te pones guapa, te echas una de tus mejores colonias, y él improvisa llevarte a tu casa a cenar y ver una peli... y tu no buscas nada?.
- Exacto, el mundo al revés...
- Dios... joder, pues sí que te las buscas complicadas.
- ¿Y qué he hecho yo? 
- Pues elegir mal, chico.
- ¡Que no elijo! ¿Qué culpa tengo yo de que terminen siendo así? Yo las voy conociendo según me van siendo interesantes, intrigantes, diferentes... pero luego saltan con cosas así y yo me quedo con un calentón para fundir plomo con la ceja y te suelta "¿qué haces que tiemblas? me pones nerviosa" y claro...
- ¡Jajaja! Pobrecillo...
- Al fín y al cabo me he cansado ya, voy a irme al banquillo y que salga un sustituto, están todas locas, y al final yo un poco, creo que se contagia, no te pegues mucho a ver si...
- Toco madera, que yo tengo novio y me cuida muy bien
- No me lo recuerdes, no me lo recuerdes...


viernes, 12 de noviembre de 2010

Dolor

Deboraos,
desgarraros,
esperaos,
abrazaros.

Huyó,
lloraste,
se equivocó,
lamentaste.

Desnudaros,
mojaros,
disfrutaros,
tocaros.

No miréis,
alrededor;
dolor causáis,
rojo y negro
el color.

Besaros,
lameros,
disfrutaros,
abrazaros.

Amaros,
cegaros,
os encerrásteis.

Desoyaros,
arrancaros,
me matásteis...


(Septiembre, 2010)

lunes, 1 de noviembre de 2010

Poesía rota del alma artística

Te empapas, sigue lloviendo. La ropa pesa más, van oscureciendo.
Como tierra seca, esponja vieja, succionas cada centímetro cúbico de transparencia.

Andas, sigues pisando, flotando, cada vez menos; te vas hundiendo.
Como ninja intrépido cuyas fuerzas flaquean, y la lentitud aumenta el peso de su cuerpo.

Nunca pensé que el pararse tanto haría tanto daño. Nunca, nadie, podría imaginárselo tan fielmente. Hace falta experimentarlo.
Poco a poco, como sin querer hacerlo, vas más lento, te mueves más pausadamente. Y todo ésto sin pensarlo, sin buscarlo. Miras hacia fuera, y ves cómo los demás siguen funcionando, y te sientes algo viejo, lento, torpe, pasado de moda...
Intentas volver a correr, pero... ¿hacia donde ahora toca? No sabes que pie mover, la coordinación te abandona. Parece que el seguir corriendo hace que no te hundas, que sigas a flote. Así, todo tu peso no se muestra sobre la superficie del estanque negro.

Intentas seguir, arrancar el motor, meter primera, soltar el embrague y al fin, acelerador.
Suena tentador, hasta alentador; pero de repente no hay más gas que gastar, ni motivos para andar.

Suenan los motivos a vacío maquillado. Cada palabra pesa menos, se van esfumando.
Como una marioneta, tan hipertérrita, lo mismo da si todo o nada, si mucho o poco, si algo...

Te sientas, mueves tus dedos, y las ondas están muertas, el deseo extinguido, la ilusión marchita.
Como el ordenador de a bordo, intentas el piloto automático, falso arte en mano, traductor en la vista.

El recuerdo no alimenta, y el futuro parece fantasía;
inspiración, ¡ciégame de esperanza!
pues la desidia avanza,
ni ayer, ni hoy, ni mañana son mis días.

domingo, 24 de octubre de 2010

Tarde de domingo

- El atardecer me trae nostalgia.
- ¿Por qué?
- Es como el fundido en negro de una película, como si algo pudiera seguir pero no nos toca mirar - el obturador de esa cámara se cierra.
- Ah...
- A otros les parecerá romántico. Yo aún no le veo ese punto, oye...
- ¿Hablas de que estás triste?
- No, he dicho que-, bueno vale, puede que lo esté, o mejor dicho, no soy feliz -dijo con rotundidad.
- Humm... Ya veo... ¿qué planes tienes para esta tarde, pues?
- Salir a dar una vuelta, a purgar algunos sentimientos.
- ¿Cómo? ¿se hace eso?
- Saliendo a que te dé el aire, andando un poco más tu camino. Paso a paso todo queda atrás. A veces quieres llorar de tanta nada, de tanto vacío, aunque el vaso realmente no lo esté (del todo). 
- Comprendo...


Dos barcos que van aumentando la distancia entre el estribor de uno, babor de otro. Uno continua su trayecto, el otro se desvía, rectifica, o desvaría. Incluso el que continua se plantea si el palo de mesana está bien tenso, o el timón se ha quedado atorado. 


Ambos barcos siguen andando, dejando atrás las ondas del trayecto. 
Uno avista al otro, navegando a lo lejos, su silueta disminuyendo.
El otro desvió su catalejo, a una zona ajena ahora el primero.
Y yo me pregunto por qué. ¿Estarán huyendo?.
Tras sus quillas el mar ondulado va cerrando sus senderos.

jueves, 14 de octubre de 2010

Sábado de otoño

La ventana tiembla.

- Hace mucho viento ahí fuera, ¿eh, Lilly?
- Humm -se espereza y se acurruca más a él- por eso tienes que hacerme caso y quedarte entre las sábanas conmigo. Es sábado, ¿quién trabaja un sábado?
- Jaja, pues al tonto al que te agarras.
- ¡No seas bobo! -dijo con ese caramelo pegajoso de un amor que está floreciendo, y le besó el pecho. Él la miró fijamente con ternura unos segundos. Luego le besó la frente, destapándose para salir de la cama. Entró en el cuarto de baño llegando a Lilly el sonido de la ducha.  

Lilly, esa chica tan casual, normal y corriente que no tiene nada especial, y por eso es bella a rabiar. La belleza natural. Pelo lacio marrón, fino, betado uniformemente. Llevaba ahora una camiseta de tirantas, ligera, y unas braguitas lisas, simples pero sugerentes, que le volvían a Mike la mente turbia.
Sonrió mirando a la puerta a penas abierta que dejaba escapar vapor de ducha, y volvió la mirada hacia la ventana, donde llovía y los árboles le daban al barrio un tono sepia otoñal. Dejó de sonreír, pensativa. Ésta vez todo venía solo, de corrido, sin vallas que saltar ni auto-obstáculos típicos del miedo a algo nuevo.

No fué un buen año para Lilly. A decir verdad, ella pensaba que si le atropellasen tres autobuses en una mañana sería algo de buena, buena suerte comparado con su "chistosa" (como ella decía) vida sentimental. Se preguntaba siempre por qué la gente se complica tanto y se pone tantos impedimentos ante sí, sin que éstos vengan. "Masocas" pensaba.
Tuvo tres 'simulacros'. El primero de ellos, era con un chico interesante, que le complementaba bastante bien, pero los miedos adolescentes de qué pasará, "no soy buena para él, es demasiado para mí" y demás pamplinas que suenan más a tópico que otra cosa asaltaron y desbalijaron el tren antes de salir.
El segundo es bastante gracioso: tras ese chasco y el mes de "purgatorio", se convirtió en una descarada sin miedo a la novedad, sea corta o larga, sea formal o informal, sea de unas semanas o... unas horas (je je je). Conocía un chico desde hacía años, pero tenían confianza y... ¿y qué? "Carpe Diem, chica" se dijo, "si lo pasáis bien, ¿por qué privarse?". Así que volvieron a salir. Risas, acercamientos, y el instinto llamando a la puerta y... de nuevo los miedos "¿y si se queda parado y me deja de hablar?". Al final resultó que ambos iban para lo mismo pero Lilly volvió a tomar la primera salida de la autopista a la derecha... 
El último caso fue revelador. Le supuso un cambio total. Ella se sentía aún más 'libertina' que antes, y con el primero que le regalase una flor querría leer algún capítulo de un libro pendiente de lectura. Eligió a un chaval atractivo, agradable con el que se reía y pasaba buenos momentos. Se sentía como una niña, hasta que conoció a otro chico y empezó a salir cada noche con sus amigas de fiesta... El sentimiento de liberad y de liviandad se apoderaron, haciendo que todo careciera de importancia. Vive la vida. Qué frase tan peligrosa, el filo de una navaja... Resultado: perdida, y chicos enredados, con ceño fruncido...
Pero ahora era algo diferente. Mike, que conoció un día que se pasó por las oficinas en las que ella trabajaba, la acompañó en el café de los 15 minutos de descanso de las 11 de la mañana. Parecía sincero, sencillo, y relajado. Además gracioso, pero tierno. Ella, empezó jugando el rol de "oigo, pero vigilo". Al final cedió y se citó con él para cenar.

15 minutos de descanso... 15 días llevaban saliendo. Pensativa mirando la estampa de la ventana, volvió a sonreir. Ninguna barrera que ella se puso, ninguna barrera ponía él. A los cinco minutos, el olor a cuarto cerrado, mezclado con el vapor de la ducha y ese olor íntimo de noche de cisnes, desapareció con una bandeja de cafés y unas tostadas con mermelada de naranja amarga y mantequilla...
- !Humm!... No huele nada mal
- ¿Nada mal? No tienes ni idea de lo buena que están estas tostadas, y el café ni te cuento.
- ... Te he hechado de me--
- ¿Ya? Pues prepárate a pasar unas horas sola, tengo una reunión...
Ella frunció una ceja y le clavó la mirada, en el fondo bromeando.
- Yo también estoy deseando de volver a verte.
Se sentaron en la cama, y desayunaron. Pronto él salió trajeado, y ella abrió la ventana a oler a tierra mojada, madera empapada, y hojas con su betún de judea. 
"¿Para qué complicarse la vida? Si estar con alguien es para mejor ¿por qué complicarlo? ¿por qué complicarse uno mismo con cábalas negativas? Déjate vivir a tí mismo"

Lo leyó en el sobre de azúcar del café que antes rompió para servirse... Su mañana de disfrute, la mañana de su nueva vida había hecho nada más que comenzar...



lunes, 11 de octubre de 2010

Negruzco azul blanquecino

Permaneció despierto a oscuras en la cama. De fondo se oía el viento del vacío nocturno de la urbe. La persiana estaba bajada dos tercios filtrándose unos rayos tenues de luz de luna. Veía reflejados como pequeñas huchas en la cama y en los muebles los haces lunares que suavemente se colaban por la persiana.
Se cubrió con las sábanas hasta el pecho, y colocó un cojín sobre la almohada. Bajo la cabeza las manos cruzadas. Pensó en la montaña rusa que su vida había dibujado últimamente…
A los cinco minutos, como una tele mal sintonizada, de repente el vacío comienza a sonar a granos de arena sobre papel: despertó una lluvia continua, pero moderada. Un sonido relajante, que gracias al eco de la calle lo convertían en el mantra de la relajación. Algún búho daba color a los oídos insomnes. El lienzo perfecto para las reflexiones. Hacía tiempo que no se paraba a mirar todo lo que había dejado atrás, o al menos eso creía…

Miró a un lado y a otro en la oscuridad. ¿Qué tenía? Nada,
salvo hojas tostadas por el paso del tiempo,
arrinconadas en cajones equivocados;
algunos hechos destacables, contados
en un apéndice perdido.
Un nudo en un solo cordón deshilachado,
un solo de trompeta en un callejón perdido,
un parteluz en una ventana tapiada,
dos labios cerrados del silencio entumecido.
La estrella que se aleja de su luna,
un Apolo sin Dafne ni el arco de los vagabundos
de este mundo irregular y malforme,
de los amores torcidos, iracundos.

La lluvia cesó dando paso a un eco sordo, y él desprendió el cojín sacudiendo la cabeza, perezoso, a los lados. Inhaló y exhaló un gran suspiro aprehensivo, dejando cada punto turbio de su vida, agitado en la última media hora de diluvio, para dar paso a que la luna le despida hasta un nuevo ocaso.

¿Qué veía? ¿Qué tenía? Nada. Tábula rasa.
El cero es una O oblonga y solitaria,
un comienzo inusual, los cimientos de una casa.

Silencio. Ojos cerrados. Buscó en el eco de su cabeza, sintiendo como si los ojos se deslizaran hacia adentro, como si mirasen en ángulo imposible. Los oídos parecían separarse y alejarse del cerebro, apagando su señal, haciendo que el oído interno lo confunda y le haga flotar sobre el colchón donde estaba recostado. Una fantasía cuyo control pasa del sujeto a ser títere del mundo de los sueños, dentro de El Sueño.

Un grillo rebelde y solitario se lamenta en soledad tras la ventana, en el patio. No queda ni búho, ni tormenta, ni tormentos, ni súcubos. Off. Fin de la noche, del encuentro con la nada y el todo de sí mismo.
Buenas noches mi dulce cuerpo. Finito. 

sábado, 2 de octubre de 2010

Retrato de una búsqueda

Nació en Fort Saskatchewan, Alberta hace 31 años, y ahora es muy famosa. Parecerá tonto, pero me ha venido ahora otra ola de realidad leyendo su biografía e imaginándome cómo ha evolucionado y lo casual del transcurso de la vida. Quizá no tan casual… quién sabe.

De ahí pasó a Kelowna, y como quién no quiere la cosa, la descubrieron y le dieron trabajo. Quería dejar la compañía pero ante su potencial, llegaron a un acuerdo para pagarle una carrera en la UBC. Dirigió un comité para el desarrollo y los derechos humanos en la universidad, incluso viajó a una selva sudamericana en las Filipinas durante un mes con unos misioneros.
Después de todo este transcurso comienza su vida “pública / famosa”. Es sólo un fragmento de su vida el que conocemos, un fragmento de este breve resumen el que conocemos.

Me ha hecho pensar al buscar primero el mapa de Kelowna (cerca de mi tan apreciada Vancouver) y luego el de Fort Saskatchewan (cerca del centro de Edmonton). Me dí cuenta de repente que es una persona normal, como tú, como aquella que cruza la calle, como la cajera del supermercado, como el vendedor de periódicos del puesto de la estación… Me dí cuenta de que cada uno tiene una historia tan abismalmente grande como cualquiera elegido al dedillo.
Vacilé por unos minutos pensando “quizá hay que estar en esas ciudades para que te cambie la vida sin que te des cuenta / quizá deba emigrar a esos sitios de donde salen los del audiovisual / quizá ese país es más interesante que el mío / quizá esos sitios sean tan sorprendentes como los cambios de la vida de esa persona, tan de cine como la película de su vida”…
Luego aparté esa idea, tan fantasiosa, tan de Sueño Americano...

¿Quién iba a decir que ese iba a ser su trayecto? Luego buceé en lengua anglosajona:
Resulta que tuvo múltiples trabajos, azafata, camarera, reponedora de fuel para grandes camiones, entre otros. También lo compaginó luego con pequeños roles en la pequeña y gran pantalla.
“Para mí, Fort Saskatchewan era de pequeñito. Podía recórrelo en bici de punta a punta cuando tenía 5 años… siempre me traerá muy buenos recuerdos. Lo considero como mi pequeño feliz escondite”.
Tras terminar el instituto necesitaba profundamente moverse de ciudad en ciudad cada 6 meses más o menos, conociendo diferentes personas, diferentes relaciones… diferentes roles…

“Que la ciudad que te crió se te quede chica, que necesites salir como un chorro a presión sin salida. Que esa “S” post-infancia y juventud de tu vida sea un medio para definirte; una manera para que el embalse liberado vaya normalizando el cauce del río original, y encuentre así el nivel, caudal y recorrido que le definirá… que encuentre su identidad”.


La primera frase (que la ciudad que te crió se te quede chica, que necesites salir como un chorro a presión sin salida) me es muy cercana, muy familiar, muy personal... ¡Es que parece mía!...



Quizá ésta sea otra de las personas que necesitan de ello para encontrarse a sí mismas.


Quizá yo sea otra de esas personas…






miércoles, 29 de septiembre de 2010

Pararse para seguir andando


Y ahí llegué, a aquella plaza, a aquellas calles.

Las recorro, poco a poco, como si fuera todo a cámara lenta y yo intentara sincronizarme con el entorno. Mucha gente diferente. Cada uno con su historia, con su dirección, con su misión, con su vida.
Los observo como el que mira cuadros en movimiento, Van Goghs que cobran vida en un ambiente tamizado. Miro a una señora de pelo rizado, setenta y pico años, que cada día lleva su carrito con golosinas, pipas y caramelos y se instala en la plaza central. Cuando todos llegan ella está allí; cuando todos se han ido es entonces su hora de partir. Y ella tiene setenta y pico años, con unas arrugas que acusan un viaje de más de las cuatro veintenas, y una dureza de caminar contra tempestades mucho tiempo, demasiado tiempo.
Otro hombre, que parece joven pero en realidad está en los cuarenta y tantos, lleva en bicicleta a su hija. Seguramente a una guardería próxima. Es un “pijo disimulado”. Se ve que tiene dinero, pero tiene estilo hasta para montar en bici con un traje informal, dejar a su hija que lleva en el trasportín trasero y proseguir su camino a donde quiera que trabaje – un día descubrí accidentalmente que trabajaba en otro barrio de la ciudad, me lo crucé saliendo del metro.
Guaperas total, pero con estilo, nada de ostentaciones.
Sigo viendo a aquellos ancianos que unos días sonríen, otros tantos observan haciendo su crónica íntima de la gente nueva que pasa y aquella que tras muchos días reaparecen por la acera. Había uno con pinta de bonachón, sonriente, de esos que bajo su gorra de vestir le asoman cabellos airados de color blanco puro, y unas gafas de lector avezado, y esa ligera barba conjuntada con su cabellera. Sonreía al mundo aunque éste quizá no le sonreía. Yo lo miraba y lo observaba cuando pasaba cerca. Me sacaba una sonrisa al ver alguien que era claramente –o engañosamente– feliz. A la vez, un día, no sé por qué, me dio como pena, y me brotaron bajo esa sonrisa que tenía yo unas lágrimas. “Alguien que no lo merece y que pronto se irá en la barca…” pensé.

Ahora he vuelto a andar, a observar las personas. Es algo que me encantaba, y ahora, creo que ha sido el momento de retomarlo. Me dispongo a andar, a mezclarme entre la gente, hasta llegar a la plaza antes de seguir por las callejuelas. Y, como si tuviera poderes, reduzco el tiempo, lo estiro como si un niño travieso, con el calor de sus dedos estirase onzas blandas de chocolate.
Ya veía a todos lentos. El paisaje “humano” ha cambiado en el tiempo (valga la redundancia tempo-textual). Pero ahora soy yo el que no tengo dirección, al que a pesar de haber viento y veletas no soy conducido a ninguna parte visible o divisable.
Sin rumbo claro, sin propósito definido, sin misión establecida…

A esa persona que está perdida, varada, truncada. Le toca pararse; por encima de todo, verse a sí mismo, replantearse qué tiene, qué no tiene, que quiere de sí para sí, qué aprender, qué corregir, qué hacer… todo paso a paso, lento a ojos jóvenes que ven de un segundo una vida, que estiran cada segundo, y que a ojos de aquel anciano, aquel que emociona con su mirada tierna, que ve una revolución, desde sus horas, a las de cualquiera.

martes, 28 de septiembre de 2010

Nube negra (de Joaquín R. Martínez Sabina)


Cuando busco el verano en un sueño vacío,
cuando te quema el frío si me coges la mano,
cuando la luz cansada tiene sombras de ayer,
cuando el amanecer es otra noche helada,
cuando juego mi muerte al verso que no escribo,
cuando sólo recibo noticias de la muerte,
cuando corta la espada de lo que ya no existe,
cuando deshojo el triste racimo de la nada.
Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.
Al otro lado de los apagones,
al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra.
Cuando siento piedad por sentir lo que siento,
cuando no sopla el viento en ninguna ciudad,
cuando ya no se ama ni lo que se celebra,
cuando la nube negra se acomoda en mi cama,
cuando despierto y voto por el miedo de hoy,
cuando soy lo que soy en un espejo roto,
cuando cierro la casa porque me siento herido,
cuando es tiempo perdido preguntarme qué pasa.
Sólo puedo pedirte que me esperes
al otro lado de la nube negra,
allá donde no quedan mercaderes
que venden soledades de ginebra.
Al otro lado de los apagones,
al otro lado de la luna en quiebra,
allá donde se escriben las canciones
con humo blanco de la nube negra
(Joaquín R. Martínez Sabina)

martes, 21 de septiembre de 2010

Cógito / Comodín / Críptico

De una cuerda dividida,
A y B surgieron, 2 a partir de 1;
X rompió las fibras que los unían,
C compensó a esos 3 con un rombo oscuro.

Sin más remedio,
A distaba -como en este verso- de B.
Cuerda rota que buscaron otros cabos,
inconclusos, están los 4, estancados.

Como en un rombo,
X no estaba muy cerca de B
A de B sólo separados de papel;
C cual comodín, triste iluso.

Ni triángulo, ni círculo,
ni catetos ni hipotenusas;
ni tierra sin cielo,
ni mar sin luna.

A-briéndose y separándose
como los pétalos de una rosa marchita,
B mordió la manzana prohibida,
equivocóse girándose a una alejada X;
C, similar pero en el lado opuesto,
fué el colchón y reconforte a la soledad de A

Velo mojado,
por las tristezas de (h)A(da),
¿una Conclusión equívoca?,
un resquicio,
un títere ridiculizado.


Se restregó los ojos con las manos para aclararse la vista. 
Nada era distinto. Veía bien. Entonces vio cómo los cabos parecían ir encajando.
No era un sueño. No, en absoluto.

A y B antes eran una sola cuerda.
Ahora no había cuerda: eran A y B.
La cuerda se rompió porque otro punto X imantó fuertemente a B.

Aparece C.

A y C encajan, al menos son genéticamente compatibles,
pero B sigue imantando a A, y A siempre ha estado imantándose con B.

B no veía como seguía tirando de A, por naturaleza.
A y C se acercan pero A no esconde su imán a B.

Ni triángulo, ni círculo, ni catetos ni hipotenusas, ni tierra sin cielo.
C sigue siendo un clínex, una conclusión equívoca, una curva de vuelta… un comodín.

Ojalá sea tan solo una paranoia...



domingo, 19 de septiembre de 2010

Fragmentos del ahora (fragmento)


Recuerdos suyos, de un viaje con otra persona, antes de que su barca rozara la de él.
[…]
Una se va, y no se despide de él. 
[…]
Otra retoma su vida como si el pasado fuera un sueño, y otro atónito se queda perplejo.
[…]
Un grupo de 10 que son 5 dobles. 11 es doble soledad. Él es el  más uno de la decena.
[…]
Viernes, y sábado. Sin plan, sin gente, con… soledad. Solo.
[…]
En una ciudad marchita, maquillada como una geisha, él desea encontrarse con ella.
[…]


¿Y ahora qué?

Soledad, reflexión y… ¿qué más? ¿algo más?
¿no es ya suficiente burla la que haces de él?,
tanto que se esfuerza y nada a cambio…
¿tu propósito es joderle?

La profesión no es la vida, ni la vida es profesión.

Si te queda algún as en la manga, sácalo ya, por favor,
remata la faena, estoque en mano, directamente al cuello.

Gracias. Una vez más (y las que quedan…) Gracias.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Memories Collector (por Enric Montefusco)

El tren se ha vuelto a poner en marcha. Agarro la caja con fuerza y me acuerdo de que no sé a dónde voy. Eso tampoco me preocupa demasiado. Me preocupan más los lugares a los que no voy. Saber si la próxima estación en la que tampoco voy a bajar me gustaría más que la siguiente.

El riesgo es algo incómodo de llevar, tanto que a veces pienso que los viajes en tren deberían tener una sola parada: un origen y un destino, como los aviones. Pero, ¿por qué nadie me habló del lado oscuro de la libertad? Supongo que poca gente puede hacerlo.

Ser responsable de tus miserias es algo desagradable. Demasiado para demasiada gente. Todo el mundo coge el mismo avión. Cuando el tren sólo para una vez, puede gustarte más o menos la estación, te puedes quejar de la ciudad y maldecir el país donde has bajado, pero tu conciencia está tranquila. El peso de la responsabilidad se lo otorgas a un ser enorme y monstruoso llamado sociedad. Te lavas las manos con agua putrefacta y te mueves ligeramente por la única estación en la que te han dejado bajar. No, no culpo a nadie. Aunque todo tiene su precio y su explicación.

Era verano. Faltaba poco para el anochecer. Mis padres habían salido. Sentí una agradable sensación de no tener los ojos clavados en la espalda y fui corriendo a coger mi bicicleta azul al garaje. Tenía terminantemente prohibido salir del pueblo. Siempre había obedecido en eso, pero ese día dejé de hacerlo. Sabía lo que me esperaba al volver, pero por alguna razón no fue suficiente amenaza.
Reconozco perfectamente el trayecto que hice. Fueron unos pocos kilómetros pero a mí me pareció una barbaridad. Por primera vez en mi vida tuve consciencia de ser libre, de tener todo un mundo por delante. Toda una vida… Nunca he vuelto a tener esa sensación tan intensa y virgen. Y sé que cada vez que por algún motivo me siento libre me remito a ella. Ojalá pudiera recordar lo que sentí, lo que vi, lo que me pareció ver, pero  sólo en sueños soy capaz de revivirlo.

El mundo de los sueños es al que realmente pertenezco, el que definitivamente me diferencia de los demás. Todo existe en su forma más pura. Usa los símbolos gracias a los cuales en una primogénita experiencia en mi mente le dio una cara, una forma a una palabra que ya existía. Es el mundo del sentido, del entendimiento, del concepto interiorizado. De lo que en definitiva he llegado a crear y a ser.

Una vez, tendría yo 5 años, con mi padre, nos encontramos a dos ratones en el suelo. No se movían, no hacían ruido, no hacían nada. Le pregunté a mi padre que por qué estaban allí quietos, y él me contestó que se habían ido al cielo. ¡Qué tontería! Si estaban allí en el suelo. Entonces entendí que al ser aplastados se habían convertido en pájaros. Aquellos pájaros que volaban de un lado a otro sin un rumbo aparente, y que se paraban en los árboles del patio trasero para explicarnos su trágica historia cada mañana. Todo tenía sentido.
Cuando murió mi abuela, además, comprendí que todos nos convertiríamos en pájaros algún día. No era mal destino, aunque yo nunca he sido un gran amigo de las alturas. Pero un día, me encontré con un pájaro muerto, y no lo entendía. Se me vino el mundo encima. Puto pájaro… Me enfrente cara a cara por primera vez con la nada, el vacío, con ya no ser más. La religión ya no servía para nada a partir de aquella imagen. Volvía a la categoría de “ratón por aplastar”, alguien que sueña con pájaros cada vez que teme a la muerte.

A menudo me gusta buscar fotos viejas, cuanto más viejas mejor, y analizo minuciosamente la expresión de esas personas ya ausentes, e intento imaginar qué estarían pensando en ese momento, qué les habría ocurrido aquel día, qué esperaban de la vida, con qué se encontraron. La complicidad que siendo al mirar cualquier conducta humana es siempre más intensa que la repulsa que me pueda causar. No, no voy a ser yo quien descubra cómo debemos comportarnos. No voy a concretar, no voy a hacer el ridículo como muchos otros antes. La melodía suena una y otra vez y nosotros tapamos nuestros oídos para entender, cuando lo que tenemos que hacer es escuchar.
Recordar que la melodía que oyes no es la misma que la de los demás y obedecerla. SI eres capaz de entender eso ya lo tienes todo. Podrás crear, ver la obra completa, y llegar al final antes que a la muerte, no al revés, y precisamente porque no quiero morir antes que acabar agarrándome a la vida con la sensación de haberme dejado cosas por hacer es por lo que me voy.

A los 24 años soy demasiado joven para pensar ya en lo que podría haber ocurrido en lugar de lo que puede ocurrir. El día que dejé de ser así es porque me he dejado algo en el camino, y no quiero volver una y otra vez en el que me dejé los sueños. Nadie se merece esa tortura.

Recuerdo el tiempo en el que mis padres construyeron la casa del pueblo. Yo debía tener entonces unos… 10 u 11 años. Los suficientes para percibir la ilusión con que se ponía cada ladrillo. La percibía pero no lo entendía. ¿Por qué tenía que ir mi padre a recoger al río cada una de las piedras con las que se cubrió el suelo del  jardín en lugar de comprarlas? Esa casa, esas calles, y ese bosque lo eran todo para mi padre, eran la culminación de un sueño, la recompensa a toda una vida de trabajo. A veces se levantaba cuando todavía era oscuro, salía a la terraza y cuando el sol estaba a punto de salir nos despertaba mí y a mi madre. Cuando me dicen que me parezco a él, recuerdo esos momentos y me siento orgulloso.
Desde la terraza mirando al este está el bosque en el que tanto le gustaba pasear y perderse. El mismo en el que tomaba las decisiones importantes con mi madre, y en el que nos enseñó, primero a mi hermano y más tarde a mí, a ir en bicicleta. La belleza no solo estética, sino también simbólica de ver salir el sol por encima de esos árboles era la felicidad. Momentos de silencio y eternidad, completamente ajenos al martilleo del tiempo.

El otro día, después de muchos años volví al bosque. Necesitaba reconciliarme conmigo mismo y tomar alguna decisión de una vez. Lo que me encontré sin embargo, no era lo que me esperaba. Me dio la sensación de estar a las puertas del mismísimo infierno.
A ambos lados del camino por el que aprendí a ir en bicicleta se extendía la nada. Habían cortado casi todos los árboles. Sentí miedo y mucha impotencia. Era injusto que yo tuviera que verlo. Por primera vez en mi vida me alegré de que mi padre no estuviera vivo. Él tuvo la suerte de haber muerto con un lugar al que poder ir y quedarse allí para siempre. Nunca hasta ese momento había tenido una noción tan clara de lo que es el cielo y el infierno. Al ver ese cadáver a mi alrededor, me di cuenta de cómo los sueños cambian generación tras generación, de cómo nacen y como mueren. Me di cuenta de que  el bosque, que tenía un significado absoluto y final para mi padre. Para mí sólo debe tener un significado matricial. Un origen a partir del cual yo he de buscar mi propio bosque, porque yo sé que existe, aunque no sea de árboles.

El tren se ha vuelto a poner en marcha. Miro por la ventana y veo como se mueven los colores, cómo se mezclan e intentan llamar mi atención. Un clic de mi ojo es suficiente para su inmortalidad en esta carnicería llamada mundo, donde nada es lo que fue hace cinco minutos, y no se lo voy a conceder tan alegremente. Sueño mientras recuerdo, pero también recuerdo mientras sueño. La imaginación tan solo colorea cuadros que queremos volver a ver. Estoy en el difícil momento de selección y criba, y no puede haber espacio para recuerdos compartidos por millones de telespectadores, ni miles de turistas, ni cientos de vecinos, ni tan siquiera decenas de pasajeros. Estamos hablando de mi vida, joder.

Los recuerdo que llevo conmigo, los que tiran de mí, los que intento disimular, me caben en una caja de zapatos, una caja que un día estuvo vacía y que voy llenando poco a poco de pistas, a las que tengo que ser fiel para completar algún día mi colección. 


[Texto por Enric Montefusco, extraído del video complementario al álbum de Standstill, "Memories Collector". Transcripción de Kalle Eremit]

Dead Man Picture (por Enric Montefusco)

¿Para qué estás buscando? ¿Qué encontrarás?
¿A qué estás esperando? ¿Llegará?

¿Para qué estabas buscando? ¿Qué encontraste?
¿A qué estabas esperando? ¿Llegó?

¿Tuviste una oportunidad? ¿Lo conseguiste?
¿Encontraste la manera de no perder nunca el control?
¿Dónde está la felicidad? ¿La sentiste?
¿Alguien pelea contra este muro?
O es el secreto nunca pensar en ello
y si lo tengo, nunca lo sabré.

Texto de Enric Montefusco
Traducción: Kalle Eremit

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Dos aboluto


Donde el hastío es algo efímero,
la vergüenza es el agua,
el primer plato la amargura,
el segundo la acidez macabra,
y el postre la dulce soledad,
ahí, ahí, ahí ...


No recuerda mayor período 
que aquel mes y medio,
tras ese fugaz beso inconcluso;
un pasado tan turbio
rugoso, casi inexistente.
Unas vivencias decadentes,
una fantasmada,
deprimente.


Es esta una visión equívoca,
marchita, falsa, y martirizante.
Ahora, más justos y más realistas,
son los versos abajo resultantes:


Solitario pero acompañado,
sigue su camino a pesar de dificultades,
muchos ojos le hechizaron,
todos bien plagados de muchas salvedades.


Enfadado con el destino,
cuyo trayecto no discute,
todo acto, lento como el vino,
efecto negro, le repercute.


Sigue solitario
su búsqueda de acompañante,
a veces firme y con aplomo,
otras cabizbajo, torpe y rechinante,
mira alrededor ¡todos pares!
el busca su luz, ¡nadie lo asalte!


Te busca a ti,
sí, a ti que aún no eres visible,
para darte todo y más;
y del par hacer uno solo,
de acero, 
indivisible.