Preparó un lienzo nuevo. Las pinturas listas, óleos y en su mayoría acuarelas ligeras, que hacen que el pincel vaya solo, como flotando por ese tapiz azulado especial que quería inaugurar.
Era un tapiz único, original, sin una forma reconocible, ni arquetipos identificables, ni abstracciones imaginables; había que descubrirlo y dejar que las pinturas hicieran de él algo bellamente impensable. El pincel escogido era estilizado, elegante y a la vez sobrio, adecuado a sus manos habilidosas, creado especialmente para esa ocasión... pero lamentablemente no pudo siquiera rozar la paleta de pinturas...
Disimulando los dibujos que, resquebrajados, dejó bajo su piel, se marcha antes de que vuelva a aparecer... El polvo comienza a acumularse rápidamente ante el lienzo nuevo, intacto, pero que no tenía dos días, teñido ya de añil, acercándose hoy día casi al negro noche cerrada.