A veces Bob piensa en la playa. Le ayuda a pensar en un nuevo mañana. Limpia como un día nuevo, sin estar “en talleres”, sin mirar atrás, y estar abierto al después.
Le recuerda a esos días veraniegos de su infancia. Le encantaba ver cómo el coche iba colina arriba, colina abajo, entre olivos, luego pinares, y la arena. Buscaba en cada pliegue algún indicio en que el cielo se cortase secamente y le siguiera una capa de azul oscuro. Y era porque debajo de ese azul, el contraste con la arena lo hacía mágico. No ha sido plenamente consciente de todo esto hasta ahora, porque piensa en la playa como símbolo de la juventud y esperanza. Juventud en cuanto a limpieza, frescor, libre de prejuicios y agobios, sin ayer, y sin mañana, sólo el ahora…
A la vez, la playa le resulta nostálgica. Reflexiva, solitaria, punto de meditación. Cada vez que ha pasado una temporada en la playa (más de un día) ha sido como poner una película en pausa: “a ver, ¿qué ha pasado hasta ahora? ¿A dónde hemos llegado? Bien, pongamos todo en claro antes de continuar a cualquier otra parte, porque si casi todo falla es que yo también fallo”. Hoy, Bob no sabe nada del mañana, y el ahora lo está tirando poco a poco por la ventana, sabiendo que no está bien, pero que no quiere hacer otra cosa que ver como grano a grano la arena cae y se lo lleva el viento que lo separa entre su mano y el suelo veintiún metros más abajo. ¿El futuro? No existe.
Como el Ying-Yang, blanco y negro, frío y caliente, pasión y tristeza.
Detalles que te marcan
Hace 3 meses
1 comentarios:
chico, espero que no estés tan triste como estas palabras...¡anímate! Piensa en todo aquello que te motiva a seguir ^^ hay millones de cosas.
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