miércoles, 18 de junio de 2025

La discontinua

Caminar al otro lado de la discontinua. El mundo haciéndose trizas, nadie a nuestro lado, ni tú, ni yo, ni nadie. Sálvese quien pueda. En un castillo de naipes precipitándose sobre nuestras cabezas. Cable a tierra; si hay un rayo que nos pille con el trifásico conectado. Pedir agua cuando ya no hay sed. Tener sed cuando ya no hay agua. Mirada quebrada a un no inesperado. Un que resuena en anhelo. Miradas de escaparates, bolas de nieve, souvenirs de los sueños, la nieve llueve sobre un recuerdo de cristal inerte, inexistente. Relojes internacionales, cada uno con su hora, segundos iguales, horas, momentos, dispares. y seguir caminando, al otro lado de la discontinua. El mundo haciéndose trizas, miras al otro lado, nadie. Ni tú, ni yo, solo paisaje.

Hania Rani: Moans

sábado, 14 de junio de 2025

Lluvia

La Lluvia arrecía tan fuerte que sólo dejaba ver escasos metros más adelante. 

Turbias eran las siluetas que de vez en cuando, cuando el concierto flaqueaba, aparecían en los mínimos trasquilones de esa cascada grisácea transformada en ríos sobre el asfalto. Esos ríos conectaban con el fondo de la postal, como al otro lado de un escaparate de esas vidas que son y en las que no está

Volvió a mirar los ríos, y de nuevo la cortina cortó esa conexión. 

Ruido gris. 

– Una amiga del tiempo –pensó en alto–; solo deja ver el aquí y lo poco que hay cerca, dejando lo lejano y lo de más allá en tiempo y forma, allí y entonces, tras la cortina del diluvio que riega el futuro... en tiempo y forma.

Lágrimas del cielo que lloran por lo que fue antes,
lo que es aquí
y lo que será allí... ¿mañana?...

Sea lo que sea,
cuando sea,
donde sea...

...será.




martes, 27 de mayo de 2025

Bob XVIII: Añil fue

Pensaba en esa canción cuya música es siempre empuja a seguir... o es un salto adelante en caso de huída. 
Aullando en el desierto, son solo dos, pero son fuertes como un batallón.
No tienen hambre, no tienen sed, saben de sobra lo que hay que hacer. [...]
Tan solo quieren amarse, ir de la mano al desastre. Están pensando en fugarse, al mundo que han creado los dos; no hay tiempo para pensar. 

Bob recordaba esa canción. Se le re-significó varias veces en muy poco tiempo.
En su viaje lejano le daba fuerzas: la soledad de la vida cotidiana también necesita himnos. Otra canción –irrelevante ahora– le recordaba que al volver, en unas semanas, alguien le esperaba.
Y durante un largo trecho, estuvo (casi) completo.
(Si, casi. Yo se lo dije: no te engañes. No todo se busca afuera. A veces, como un armario, lo que hay dentro no se quiera mirar... Pero "la casa barrida, y los cajones mezclados...")

Como en todo largo viaje, dicen que quien se fue, no vuelve.
Pero si es la misma persona...¿no?
El nombre, el rostro, quizá hasta el cuerpo: iguales. Pero ya no era él.
Había hecho un viaje.
Los oídos eran los mismos, pero oían distinto.
Escuchaba distinto.
Observaba con una curiosidad más aguda, pero el prisma ya no era el mismo.
Sus pausas hablaban otro idioma.

La canción –aquella– sin previo aviso, transitó en significado.
En una noche más, fría y solitaria, la química se reordenó.
Las palabras... "aullando, son solo dos, ir de la mano al desastre, no hay tiempo..."
...
activaron otra sinapsis, otro puente, hacia una región no exporada.

Como en cada nuevo viaje: uno lo empieza, pero no sabe a dónde lo lleva.
Él sabía a donde quería ir.
Pero no a dónde le llevaría.

Se asomó por la barandilla del viaducto.
Las luces lejanas, inclinadas en ángulo en el horizonte, dejaron de ser íconos externos:
Ahora eran símbolo.
Un vértice de estrella estival.
Una herida de luz clavada en su pecho.

El camino se volvió, de nuevo, niebla. Misterioso.
Volver a viajar... ¿valía la pena?
Miró atrás.
Sabía que esas baldosas no irradiarían nunca más la misma emoción.

¿Estaba seguro de emprenderlo, una vez más, solo?

Un pie tras otro.
Imantado por la necesidad de respuestas a sus preguntas, sin darle tiempo a pensar si, al despejarse, la niebla revelaría un entorno afín, sin fin,
... o uno hostil. 

Añil fue.
Siempre miraba adelante. Pero esta vez, debía mirar hacia adentro.
Conectar. Sintonizar
Que sus membranas –visibles e invisibles– vibraran en armonía,
antes de enfrentar la ventisca que se avecinaba.
Su fuerza crecía.
Vibraba entero.

Como sus expectativas
La niebla empezó a disolverse.
Añil fue. Aunque
               ni la más remota idea
                                          fuera así.
Ungido en espeso desconcierto,
Dirigó sus pies a otro camino
               que se perdía de nuevo
                                          en la niebla.
Inercia solemne le invadió,
Avanzando sin remedio
                    hacia el autoconocimiento
                                                        más absoluto. 

Miró atrás.
Al antiguo atrás.
Y al reciente.
Y se dijo:
"Al lugar donde fuiste feliz, nunca has de tratar de volver."
Aquel verso, tras más de una década en su memoria, encajó perfectamente en los huecos de sus emociones más punzantes.
Y se adentró de nuevo en lo desconocido:
Sin saber cuán largo sería.
Sin motivación aparente.


Añil fue.




domingo, 25 de mayo de 2025

"Soy una canción" (por Stephen Wilson Jr.)

Esta es quizá una de las canciones más especiales que uno puede escuchar. La canción te habla, literalmente. Trae tantos momentos en que nos acompañan sus letras y sus músicas, es algo que no se puede dejar escapar, que nunca te deja sol@.

Hay que escucharla y merece la pena sentirla. Aquí va (texto traducido abajo):

[Tengo una canción que no ha sido publicada. Pero, sí, la tocaré. Es una de las que es difícil para mi tocar, pero lo haré... Se llama "Soy una canción" y era, de las mías, la canción favorita de mi padre; me dijo que era su canción favorita de siempre, y fue una de las últimas conversaciones de las que tuvimos, y... ésta es una de esas que no cantas así, cuando estás charlando con gente, y le dije que no hago eso, así que... voy a hacerlo]

Soy el showman de San Antonio,
la mitad del Rodeo.
la mano de papá que solías agarrar cuando volvíais al coche.
Soy el sonido de la feria del condado,
besos en las cabinas de noria allá arriba,
Un sorbo de brandy cuando tu alma se desnuda y necesitas abrir tu corazón.

Soy las palabras que te golpean, que te atrapan donde vas, para que nunca vayas solo,
Soy la melodía pegada al recuerdo, que no te puedes quitar de la cabeza cuando aparece,
Soy la parte de ti que escuchas en la radio una y otra vez toda la noche,
Soy una canción... soy una canción...

Estuve allí el día que aprendiste a conducir,
la primera vez que te colocaste.
Incluso te ayudé a ver que ella no era la correcta para ti.
Te caíste y te levanté de nuevo,
Ayudé a que un niño se convirtiera en hombre
Cuando murió tu mejor amigo, te ayudé a llorar y al final dejarle ir...

Soy las palabras que te golpean, que te atrapan donde vas, para que nunca vayas solo,
Soy la melodía pegada al recuerdo, que no te puedes quitar de la cabeza cuando aparece,
Soy la parte de ti que escuchas en la radio una y otra vez toda la noche,
Soy una canción... soy una canción...

Soy una canción
Soy la parte de ti que escuchas en la radio una y otra vez toda la noche,
Soy las palabras que te golpean, que te atrapan donde vas, para que nunca vayas solo,
Soy la melodía pegada al recuerdo, que no te puedes quitar de la cabeza cuando aparece,
Soy la parte de ti que escuchas en la radio una y otra vez toda la noche,
Soy una canción... soy una canción... 
soy una canción...

––

Incluso te ayudé a ver que ella no era la correcta para ti.

Esta canción ayudó a recordar la emoción de las canciones que ayudan a su vez a darte cuenta de que "she wasn't right for you". 

Y los conciertos volveran a ser neutrales,
Y no habrá estigma en cada imagen del escenario,
Y cada armonía y cada sonido, y ese timbre que te identifica, se desvinculará (casi) del todo;
quedará un fino hilo a cada lado sosteniendo el recuerdo
a una cicatriz que pasó de doler a formar una sonrisa. 
Una canción en sí misma, un mundo de emociones cada vez más amortiguadas
en el fondo del ventrículo, el más calloso.
Aquellos rincones que ya no son tuyos, pero a los que no quieres volver a ir,
con la música eso se transformará, machaque tras machaque,
como un casette que no paras de regrabar.
El sonido se vela; ya no es lo de antes.
Y todo se convierte quizá en una canción que siempre te acompaña,
allá a donde vayas, para que nunca vayas solo.
Es esa parte de ti (ahora) que escuchas en al radio
repitiéndose toda la noche.
Eres una canción que necesita ser grabada para soltarla. 
Para que se suelte de mí, y que navegue sola allá en la infinidad,
dejando al puerto que se suavice con las olas que mueren poco a poco,
para que pueda sanar.
Eres una canción. 


sábado, 24 de mayo de 2025

Bob XVII: El regreso

Una noche oscura. La poca luz de las farolas se escurren tren los flecos de ramas mustias pero frondosas de los árboles de ciudad, evitando cualquier paso en falso. 

No llueve, pero dentro de él es como si lo fuera. Un extraño en Moscú se llamaba esa canción. Es una canción que representa muy bien la soledad, pensó. La canción tiene es una espiral, y el estribillo acaba en una interrogación, y vuelta a empezar. ¿Cómo te sientes cuando estás solo, y sientes frío por dentro?. Y la canción no contesta, vuelve con otra estrofa... 

La soledad de la gran ciudad... Bob había vuelto a estar divagando sobre el asfalto, bajo el humo invisible.

Volver a comenzar, reconstruirse... Reconstruirse. Buscó esa palabra en la plataforma de música, como el que busca en un oráculo una respuesta que le arroje luz, o calma, o dirección... a donde dar el primer paso y ya el resto los seguiría donde por sí mismo. Y salió este poema en forma de canción: 


1, 2, 3, 4, 5, 6 son los segundos que me tomo para reconocer que es un nuevo día.
Las posibilidades pueden ser tan infinitas como un lienzo en blanco;
puede llenarse de ideas, formas y colores
que definen el sabor de este momento que persigo en la vida
en el que puedo soltarlo todo.
Tan en el aire, ciego.
Y volver a comenzar.

Quisiera poder inventar una manera fácil de reconocer si los que entretejen mi razón
que a veces cubren a mi corazón de la verdad que quiero expresarle hoy,
cerrar los ojos para respirar muy hondo y enfocar estas palabras    
que salen de lo más profundo que yo soy. 
Que me hacen sentir ligero,
respiro en cada momento. 
Y volver a comenzar, y volver a comenzar...

Y siempre digas que pensaré, que no existe un color o ligereza en el aire.
La vida fluye como el mar, las olas suben y bajarán, y hay que dejar que suceda. 
Y volver a comenzar, y volver a comenzar...
Y volver a comenzar, y volver a comenzar...


viernes, 9 de diciembre de 2011

Apuntes de Hiel-hecho


Unos siguen mientras otros piensan.
A los que piensan parecen los otros evadirse;
los que se evaden intenta seguir,
mientras que a éstos les parecen que lo repiensan.

Unos ríen hacia fuera
mientras taponan lo de dentro.
Otros callan hacia fuera
para no molestar a los atentos.
Unos miran a otro lado
mientras el barco se agrieta,
los que están achicando agua
abandonados por los que se miran en cubierta.

Por ahí campa a sus anchas
sin hacer muestra de su encanto,
esa diosa que todos asquean,
Justicia la llaman, dénmela,
la remato.

Y qué debe y qué no debe ser,
y qué merece y qué es demasiado para aquel.
Y qué me cuentas tu ahora,
te callaste y huyes del deber.

El guerrero sufre heridas de guerra,
una aventura mal trecha vivió él.
Qué difícil es levantarse cuando se llora,
más aún cuando las heridas sangran
y torniquetes a solas,
bajo la luna de hiel.  



miércoles, 7 de diciembre de 2011

Resquicio de savia vieja


Iba a dejarlo para el día en que los pocos inocentes que quedan se dedican a sí mismos un día entero. Pero este miércoles ha sido el día idóneo, ¿verdad?. Te dedico este texto que te escribí a principios de verano, cuando en esta ciudad uno se siente más solo que de costumbre, y todo el mundo se refugia en la pompa de las vacaciones, antes de seguir con las rutinas de este mundo "misántropo", como tu dirías. 
A ti, con cariño y añoranza.



   Resquicio de Savia Vieja                                     24/07/11

Le sorprendió lo efímero que puede ser el reflejo de una persona en el mundo.

Un par de lunas atrás se sentó en el paseo del río, en aquella zona en la que un día rió sus gracias, e imaginó una biblioteca solitaria colmada de sus miradas que hablaban más que las páginas que les rodeaban una tarde de otoño. Ni el otoño ni el verano llegaron, ni los libros se sintieron recelosos de aquella estampa que nunca vio su luz de la mañana.
Pensó en el hueco que dejó al desaparecer. Observaba a la gente caminar por el paseo de la ribera. Unos haciendo algún tipo de deporte, otros pescando, la juventud bebiendo, ocultándose de las responsabilidades por un tiempo en el alcohol, niños que aún no tenían ni idea de lo que se le avecina... Pensó en cómo llegó con una pasión arrolladora y se marchó en el suspiro del trueno.
Atónito, no era capaz de comprender como el amor se confundió en una pasión desmesurada, cegadora, huyendo bajo la mentira de la resignación, sellada para siempre con abstinencia del deseo.

Revolvió en el suelo hojas secas; recordó el crujir de las mismas tras las pisadas entrecruzadas de 4 pies en una sincronía desvinculada. Sujetó una de ellas por su peciolo. Cuán pequeña e inocente a merced del viento perecía, carente de vida, con su legado venoso y yermo de color tostado. La fuerza de la savia una vez recorrió sus afluentes, como la misma hoja vio su dueto interrumpido, carente ya de vida, sin sentido; un recuerdo enredado.
La soltó y recorrió los escasos metros del paseo que le quedaban hasta el semáforo. Divisó su rincón en el margen contrario y el sol poniéndose; dijo hacia sus adentros "adiós" por última vez, resonando sólo dentro de su cabeza, como si de un dios se tratase, para finalmente girar la vista e ir hacia adelante, nunca hacia atrás.

Le sorprendió lo fugaz que fueron esos momentos, lo marchitados que estaban, lo profundo que descansaban en él. Miró a lo lejos a aquella hoja, como si supiera claramente donde estaba. En el mismo sitio estaban esos recuerdos re-observados. A lo lejos, sin punto fijo, sólo un conjunto de marchitas sensaciones.
“La savia vieja muere para dejar a la nueva...” habló en voz baja para sí. Como la bocanada que un pulmón se toma para vivir, aquellos momentos respiraron suavemente para vaciarse antes de iluminarse.
“La savia vieja muere para dejar a la nueva...” volvió a decírselo a sí mismo, y esta vez también a la hoja, y a los recuerdos allí marchitados, depositados al lugar que los nutrió y que por fin, aquella tarde, descansaron.









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