“Y ya han pasado varios años, y aún no he cerrado esa página, anclada en lo más profundo de mi mar tempestuoso. Pero cuando parece estar calmo, las aguas transparentes revelan aquel ancla que mi marea trata de esconder, y sigue agitado...”.
Contenidos similares en diferentes blogs. A veces resultan textos bellos, bellísimos. Otras, textos comunes sobre el dolor y la no superación de una relación pasada.
Este apunte lo hago al pararme a observar cómo una sociedad estresada, en continuo cambio, emborrachada de la velocidad de la información, del gasóleo, y las modas ficticias, está mermada, sin sentidos (añádele la falta de cultura derivada de más cosas que no vienen al caso).
Los medios te meten por oídos, ojos y casi tacto todo lo que debes hacer, ser, sentir, envidiar, tachar, y aprobar. Como un niño cuando le dicen muchas cosas rápidas y no se le da tiempo a procesar, haciéndole obediente de tus palabras; las personas hoy en día actúan igual, con la diferencia de tener la conciencia nublada, trucada.
Todo esto de la velocidad me sirve para justificar la rapidez con que muchos pasan de unas relaciones a otras, algunas casi ficticias por su brevedad. Saltan de una a otra, por miedo a verse en el espejo, ese en el que irónicamente nos vemos a nosotros mismos y no queremos vernos, nos damos miedo, o vergüenza, o como se le quiera llamar.
Y otros utilizan la velocidad de los acontecimientos para evitar ser consciente de los hechos, voluntaria o involuntariamente. ¡Es verdad, es doloroso y “no merezco sentirme así”! Pasas por relaciones, uno intenta pasarlo como puede, pero en el fondo, el vinilo salta siempre en la misma pista a cada vuelta. Almas errantes, perdidas y ancladas. Sólo ellas pueden salir del pozo en que están. Solas o apoyadas, pero sólo su voluntad puede sacarlas de ese agujero.
Sin embargo no queda más que afrontarlo de frente. Gírate que así es la guerra decía una canción. Mírala de frente, mira a esa guerra que se ha desatado, la vida, o esa relación que acabó atravesada, en un cruce, con mi mano en tu rodilla y dando al acelerador.
La bomba es consistente, la más potente y destructora de todas: velocidad para no sentir y/o para manipular, y lo que es peor, la inmolación de usarla para evitar sufrir.
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Aunque pueda sonar a argumento facilón, el sufrimiento, como tú ya sabes, no es más que otra elección. No eres el primero ni serás el último que ha estado atascado en el surco de un vinilo del que parece no salir y que de tanto rasgar la aguja se hace más y más hondo. Pero un día, cuando menos lo esperas, cuando hayas trascendido e integrado la musicalidad de ese surco, la aguja saltará. Y no sólo eso, sino que será más fuerte, más poderosa y entonces hará falta más que un simple surco para que sufras. Pero no por ignorancia, no por evasión, sino por todo o contrario, por fuerza, por determinación, por comunión interior.
ResponderEliminarUn abrazo.
Afortunadamente, no es mi caso. Es más una muestra desaprovatoria de la actitud de muchos y en especial de alguien que me era muy cercano. Para su mal, era demasiado estoica, y claro, el decir que el tiempo lo cura todo y soy "mártir" de mi condición emocional, hace que esas cosas que necesitan de tu voluntad y un proceso de maduración, de asimilación y de convertir ese ruido en parte de tu armonía -como bien indicas- no se resuelvan y queden enquilosadas, en un bucle continuo.
ResponderEliminarYa no es ver o no ver por encima del muro de la cueva (homejeando a Platón), sino lo que precede a esa acción: el deseo de querer ver.
Un abrazo, y muchas gracias por caminar por aquí :)