Día de playa. Anochece.
Las luces del día se apagan por el Oeste. Los amarillos dan la mano a los naranjas y tostados, que se funden con los azules y caen hasta la mar invisible. Luces en la oscuridad en una carretera; lámparas de vagabundas barcas pesqueras allá en la lejanía inmedible. Pero aún no ha llegado ese momento, aún se divisa el arcoiris del corazón: el anochecer.
Y estamos los dos tumbados en la arena, tú a mi izquierda y yo a tu derecha, frustrados por no encontrar una medida que quite la inquietud de no saber nada del universo.
Imagino que pienso a tu lado lo increíble que es el mundo. Lo posible que es lo inimaginable. El estar allí y pensar que lo más grande lo tengo a mi lado y que el resto es fácil, que ya todo es cuesta abajo aunque sean cuestas arriba, porque me complementas y tengo el doble de fuerza. Y a la vez siento una paz y una mente en blanco de felicidad y placidez que compensa todo. Contigo todo pierde importancia.
Imagino que pienso a tu lado lo increíble que es el mundo. Lo posible que es lo increíble. Lo posible que es estar contigo.
...
Y las luces en el mar de sombras toman protagonismo en nuestra suma perfecta, nuestra presencia en un mundo por el que nos dejamos llevar. Tú te fundes conmigo, yo contigo, la arena es algodón que nos sostiene y el mar nos agradece con su sonido el volver a nuestro sitio olvidado bajo las luces de navidad blanquiazules.
Imagino lo imposible que es este mundo. Mi imaginación cae contigo al no estar tú conmigo. La luna llora. Anochecer ya pasó, Oscuridad es el temor, Ceguedad la ilusionista. Tú me guiabas, ahora surco a la deriva...
Imagino que no imaginaba, imaginaba que no podría imaginar, y contigo imaginar es soñar, es realidad.
(11 de Julio, 2008)
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